CANTO XXIX
Cuando uno y otro hijo de Latona,
por debajo de Libra y del Carnero,
son límites los dos de un horizonte,
cuanto hay desde el momento de equilibrio
hasta que el uno u otro de aquel cinto,
cambiando de hemisferio, se desata,
tanto, la risa pintada en su rostro,
muda estuvo Beatriz mirando fijo
el punto que me había derrotado.
Dijo después: «Diré, sin que preguntes,
lo que quieres oír, porque lo he visto
donde convergen todo quando y ubi.
No por acrecentar sus propios bienes,
que es imposible, mas porque su luz
pudiese, en su esplendor decir "Subsisto",
allí en su eternidad, fuera de toda
comprensión y de tiempo, libremente,
se abrió en nuevos amores el eterno.
No es porque antes ocioso estuviera;
pues ni después ni antes precedió
el discurrir de Dios sobre estas aguas.
Forma y materia, ya puras o juntas,
salieron a existir sin fallo alguno,
como de arco tricorde tres saetas.
Y como en vidrio, en ámbar o en cristales
el rayo resplandece, de tal modo
que el llegar y el lucir es todo en uno,
de igual forma irradió el triforme efecto
de su Sir a su ser a un tiempo mismo
sin que hubiese ninguna diferencia.
Concreado fue el orden y dispuesto
a las sustancias; y del mundo cima
fueron aquellas hechas acto puro;
a la potencia pura puso abajo;
la potencia y el acto, en medio, atadas
tal nudo que jamás se desanuda.
Jerónimo escribió que muchos siglos
antes fueron los ángeles creados
de que el resto del mundo fuera hecho;
mas en muchos parajes que escribieron
los inspirados, se halla esta verdad;
y si bien juzgas te avendrás a ello;
y en parte la razón también lo prueba,
pues no admite motores que estuviesen
sin su perfecto estado mucho tiempo.
Ya sabes dónde y cuándo estos amores
y cómo fueron hechos: ya apagados
tres ardores ya están en tu deseo.
Hasta veinte, contando, no se llega
tan pronto, como parte de los ángeles
turbó el más bajo de los elementos.
La otra quedóse, y dio comienzo el arte
que puedes ver, y con tanto deleite,
que de sus giros nunca se ha apartado.
La ocasión de caer fue la maldita
soberbia de quien viste que oprimían
las pesadumbres todas de este mundo.
Esos que ves aquí fueron humildes,
admitiendo existir por la bondad
que a tanto conocer hizo capaces:
por lo que fue su vista acrecentada
por méritos y gracia iluminante,
y tienen voluntad constante y plena;
y no quiero que dudes, mas que sepas,
que recibir la gracia es meritorio
según como el afecto la recibe.
Por lo que a este colegio se refiere
ya comprendes bastante, si entendiste
lo que te dije, ya sin otra ayuda.
Mas como en las escuelas de la tierra
se enseña que la angélica natura
es tal que entiende, que recuerda y quiere,
aún te diré, para que pura sepas
la verdad, que allí abajo se confunde,
porque equivocan los significados.
Estas sustancias, desde que gozaron
de la cara de Dios, no apartan de ella
la mirada, a quien nada está escondido:
Así pues no interceptan su mirada
nuevos objetos, y no necesitan
recordar con conceptos divididos;
y así allá abajo, sin dormir, se sueña,
creyendo y no creyendo en lo que dicen;
pero éstos tienen más vergüenza y culpa.
Vais por distintas rutas los que abajo
filosofáis: pues que os empuja tanto
el afán de que os tengan como sabios.
Y aún esto es admitido aquí en lo alto
con un rigor menor que si se olvida
la sagrada escritura o se confunde.
No meditáis en cuánta sangre cuesta
sembrarla allá en el mundo, y cuánto agrada
el que con ella humilde se conforma.
Por la apariencia pruebas dan de ingenio
y de imaginación; y quien predica
dase a esto y se calla el Evangelio.
Que se volvió la luna, dice el uno,
en la pasión de Cristo, y se interpuso
para ocultar la luz del sol abajo;
y otro que por sí misma se escondió
la luz, y que en la India y en España
hubo eclipse lo mismo que en Judea.
No hay en Florencia tantos Lapi y Bindi
cuantas fábulas tales en un año,
aquí y allá en los púlpitos se gritan:
y así las ovejuelas, que no saben,
vuelven del prado pacidas de viento,
y que el daño no vean no es excusa.
No dijo a su primer convento Cristo:
"Id y patrañas predicad al mundo";
sino les dio cimientos de certeza;
y ésta sonó en sus bocas solamente,
de modo que luchando por la fe
del Evangelio escudo y lanza hicieron.
Y ahora con bufonadas y con trampas
se predica, y con tal que cause risa,
la capucha se hincha y más no pide.
Mas tal pájaro anida en el capuz,
que si lo viese el vulgo, allí vería
qué indulgencias tendrá confiando en ése:
que en la tierra acrecientan la estulticia,
de tal manera que, sin prueba alguna
de su certeza, corren tras de ellas.
Esto engorda al cebón de San Antonio,
y a otros muchos más cerdos todavía,
que pagan con monedas no acuñadas.
Mas como es larga ya la digresión,
vuelve los ojos a la recta vía,
y se abrevien el tiempo y el camino.
Esta naturaleza tanto aumenta
en número al subir, que no hay palabras
ni conceptos mortales que las sigan;
y si recuerdas lo que se revela
en Danïel, verás que en sus millares
y millares su número se esconde.
La luz primera que toda la alumbra,
de tantas formas ella en sí recibe,
cual son las llamas a las que se une.
Y así, al igual que al acto que concibe
sigue el afecto, de amor la dulzura
ardiente o tibio en ella es diferente.
Ve pues la excelsitud y la grandeza
del eterno poder, puesto que tantos
espejos hizo en que multiplicarse,
permaneciendo en sí uno como antes.