CANTO XI
¡Oh cuán vano el afán de los mortales,
qué mezquinos son esos silogismos
que las alas te arrastran por el suelo!
Tras de los aforismos o los Iura
iban unos, o tras del sacerdocio
o del mandar por fuerza o por sofismas.
tras negocios civiles o robando,
o envueltos en el gozo de la carne
se fatigaban, o en la vida ociosa,
cuando, de todas estas cosas libre,
con Beatriz por el cielo caminaba
de forma tan gloriosa recibido.
Después que cada uno volvió al punto
del círculo en el que antes se encontraba,
se detuvo, cual vela en candelero.
Y yo escuché dentro de esa lumbrera
que antes me había hablado, sonriendo,
palabras que le daban aún más lustre:
«Igual que yo con sus rayos me enciendo,
así, mirando en esa luz eterna,
adivino el porqué de lo que piensas.
Tú dudas y deseas que te aclare
con un lenguaje claro y manifiesto,
para entender aquello que te digo,
donde antes dije: «Por donde se avanza»,
o donde dije: «No nació un segundo»;
y es necesario distinguir en esto.
La Providencia que gobierna el mundo
de modo que derrota a cualquier mente
creada, antes que llegue a ver el fondo,
para que caminase a su deleite
la esposa de quien quiso desposarla
con su bendita sangre a grandes voces,
sintiéndose más fiel y más segura,
dos príncipes mandó para ayudarla,
y en una cosa y otra la guiasen.
Todo en fuego seráfico uno ardía;
por su saber el otro fue en la tierra
de querúbica luz un resplandor.
De uno hablaré, si bien de ambos se habla
alabando a cualquiera de los dos,
puesto que a un mismo fin se encaminaron.
Entre Tupino y el agua que baja
de la cima escogida por Ubaldo,
fértil ladera pende de alto monte,
que el frío y el calor manda a Perugia
por la Puerta del Sol; y detrás lloran
Nocera y Gualdo su pesado yugo.
Por donde esta ladera disminuye
su pendiente, nacióle un sol al mundo,
como hace a veces éste sobre el Ganges.
Y así pues quien a aquel lugar nombrara
que no le llama Asís, pues esto es poco,
sino Oriente, si quiere ser exacto.
No se hallaba del orto muy distante,
cuando a la tierra por su gran virtud
logró hacer que sintiese algún consuelo;
que por tal dama, aún jovencito, en guerra
con su padre incurrió, a la cual las puertas
del gozo, cual a muerte, no abre nadie;
y ante toda su corte espiritual
et coram patrem a ella quiso unirse;
luego la amó más fuerte cada día.
Ésta, privada del primer marido,
mil cien años y más vivió olvidada
sin que nadie, hasta aquél, la convidase;
no valió oír que al lado de Amiclates
segura la encontró, al oír sus voces,
aquel que fue el terror del mundo entero;
ni le valió haber sido tan constante
y firme, que al quedar María abajo,
ella sobre la cruz lloró con Cristo.
Pero para no hablarte tan oscuro,
Francisco y la Pobreza estos amantes
has de saber que son de los que te hablo.
Su concordia y sus rostros tan felices,
amor y maravilla y gestos dulces,
inspiraban muy santos pensamientos;
tanto que aquel Bernardo venerable
se descalzó, y detrás de tanta paz
corrió, y corriendo tardo se creía.
¡Oh secreta riqueza! ¡Oh bien fecundo!
Egidio se descalza, el buen Silvestre,
tras del esposo, así a la esposa place
De allí se fue aquel padre, aquel maestro
con su mujer y su demás familia
que el humilde cordón ya se ceñía.
No le inclinó la frente la vergüenza
de ser hijo de Pietro Bernardone,
ni porque pareciera despreciable;
mas dignamente su dura intención
a Inocencio le abrió, y de aquél obtuvo
el permiso primero de su orden.
Después creciendo ya los pobrecillos
detrás de aquél, cuya admirable vida
mejor gloriando al cielo se cantara,
de segunda corona el Santo Espíritu
ciñó, por mediación de Honorio, aquel
Honorio II aprobó definitivamente la Orden en
santo deseo de este archimandrita.
Y después que, sediento de martirio,
en la presencia del Sultán soberbia
predicó a Cristo y quienes le siguieron,
y encontrando a esas gentes demasiado
reacias, para no estar inactivo,
volvióse al fruto del huerto de Italia,
en el áspero monte entre Arno y Tiber
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros llevaron por dos años.
Cuando el que a tanto bien le destinara
quiso hacerle subir al galardón
que él mereció por hacerse pequeño,
a sus hermanos, como justa herencia,
recomendó su dama más querida,
y les mandó que fielmente la amasen;
y de su seno el ánima preclara
quiso salir y volver a su reino,
y para el cuerpo otra caja no quiso.
Ahora piensa en quien fuese aquel colega
digno con él de mantener la barca
de Pedro en alta mar derechamente;
y este segundo fue nuestro patriarca;
por lo cual, quien le sigue, como él manda,
sabe que carga buenas mercancías.
Mas su rebaño, de nuevas viandas
se encuentra tan ansioso, que es difícil
que por pastos errados no se pierda;
y cuanto sus ovejas más se apartan
y más lejos de aquél vagabundean,
más tornan al redil faltas de leche.
Aún hay algunos que temen el daño
y a su pastor se estrechan; mas tan pocas
que a sus capas les basta poca tela.
Ahora, si te han bastado mis palabras
y si me has escuchado atentamente,
si recuerdas aquello que te he dicho,
en parte habrás tus ganas satisfecho
al ver por qué la planta se marchita,
y verás por qué causa yo te dije
"Que hace avanzar a quien no se extravía".