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miércoles, 14 de octubre de 2020

V. AMORE PER BEATRICE

V

AMORE PER BEATRICE

Nel tempo nel quale la dolcezza del cielo riveste de' suoi ornamenti la terra, e tutta per la varietá de' fiori mescolati fra le verdi frondi la fa ridente, era usanza della nostra cittá, e degli uomini e delle donne, nelle loro contrade ciascuno in distinte compagnie festeggiare; per la qual cosa, infra gli altri per avventura, Folco Portinari, uomo assai orrevole in que' tempi tra' cittadini, il primo dí di maggio aveva i circustanti vicini raccolti nella propia casa a festeggiare, infra li quali era il giá nominato Alighieri. Al quale, sí come i fanciulli piccoli, e spezialmente a' luoghi festevoli, sogliono li padri seguire, Dante, il cui nono anno non era ancora finito, seguito avea; e quivi mescolato tra gli altri della sua etá, de' quali cosí maschi come femmine erano molti nella casa del festeggiante, servite le prime mense, di ciò che la sua picciola etá poteva operare, puerilmente si diede con gli altri a trastullare. Era intra la turba de' giovinetti una figliuola del sopradetto Folco, il cui nome era Bice, comeché egli sempre dal suo primitivo, cioè Beatrice, la nominasse, la cui etá era forse d'otto anni, leggiadretta assai secondo la sua fanciullezza, e ne' suoi atti gentilesca e piacevole molto, con costumi e con parole assai piú gravi e modeste che il suo picciolo tempo non richiedea; e, oltre a questo, aveva le fattezze del viso dilicate molto e ottimamente disposte, e piene, oltre alla bellezza, di tanta onesta vaghezza, che quasi una angioletta era reputata da molti. Costei adunque, tale quale io la disegno, o forse assai piú bella, apparve in questa festa, non credo primamente, ma prima possente ad innamorare, agli occhi del nostro Dante: il quale, ancoraché fanciul fosse, con tanta affezione la bella imagine di lei ricevette nel cuore, che da quel giorno innanzi, mai, mentre visse, non se ne dipartí. Quale ora questa si fosse, niuno il sa; ma, o conformitá di complessioni o di costumi o speziale influenzia del cielo che in ciò operasse, o, sí come noi per esperienza veggiamo nelle feste, per la dolcezza de' suoni, per la generale allegrezza, per la dilicatezza de' cibi e de' vini, gli animi eziandio degli uomini maturi, non che de' giovinetti, ampliarsi e divenire atti a poter essere leggiermente presi da qualunque cosa che piace; è certo questo esserne divenuto, cioè Dante nella sua pargoletta etá fatto d'amore ferventissimo servidore. Ma, lasciando stare il ragionare de' puerili accidenti, dico che con l'etá multiplicarono l'amorose fiamme, in tanto che niun'altra cosa gli era piacere o riposo o conforto, se non il vedere costei. Per la qual cosa, ogni altro affare lasciandone, sollecitissimo andava lá dovunque credeva potere vederla, quasi del viso o degli occhi di lei dovesse attignere ogni suo bene e intera consolazione. Oh insensato giudicio degli amanti! chi altri che essi estimerebbe per aggiugnimento di stipa fare le fiamme minori? Quanti e quali fossero li pensieri, li sospiri, le lagrime e l'altre passioni gravissime poi in piú provetta etá da lui sostenute per questo amore, egli medesimo in parte il dimostra nella sua Vita nova, e però piú distesamente non curo di raccontarle. Tanto solamente non voglio che non detto trapassi, cioè che, secondo che egli scrive e che per altrui, a cui fu noto il suo disio, si ragiona, onestissimo fu questo amore, né mai apparve, o per isguardo o per parola o per cenno, alcuno libidinoso appetito né nello amante né nella cosa amata: non picciola maraviglia al mondo presente, del quale è sí fuggito ogni onesto piacere, e abituatosi l'avere prima la cosa che piace conformata alla sua lascivia che diliberato d'amarla, che in miracolo è divenuto, sí come cosa rarissima, chi amasse altramente. Se tanto amore e sí lungo poté il cibo, i sonni e ciascun'altra quiete impedire, quanto si dee potere estimare lui essere stato avversario agli sacri studi e allo 'ngegno? Certo, non poco; comeché molti vogliano lui essere stato incitatore di quello, argomento a ciò prendendo dalle cose leggiadramente nel fiorentino idioma e in rima, in laude della donna amata, e accioché li suoi ardori e amorosi concetti esprimesse, giá fatte da lui; ma certo io nol consento, se io non volessi giá affermare l'ornato parlare essere sommissima parte d'ogni scienza; che non è vero.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Castellano, paraíso, canto IX

CANTO IX


Después, Bella Clemencia, que tu Carlos


las dudas me aclaró, contó los fraudes


que debiera sufrir su descendencia;


mas dijo: «Calla y deja andar los años»;


nada pues os diré, sólo que un justo


duelo vendrá detrás de vuestros males.


Y ya el alma de aquel santo lucero


se había vuelto al sol que le llenaba


como aquel bien que colma cualquier cosa.


¡Ah criaturas impías, necias almas,


que el corazón torcéis de un bien tan grande,


hacia la vanidad volviendo el rostro!


Y entonces otro de los esplendores


vino a mí, y que quería complacerme


el brillo que esparcía me mostraba


Los ojos de Beatriz, que estaban fijos


sobre mí, igual que antes, asintieron


dando consentimiento a mi deseo.


«Dale compensación pronto a mis ansias,


santo espíritu y muéstrame le dije-


que lo que pienso pueda en ti copiarse.»


Y aquella luz a quien no conocía,


desde el profundo seno en que cantaba,


dijo como quien goza el bien haciendo:


«En esa parte de la depravada


Italia que se encuentra entre Rialto


y las fuentes del Brenta y del Piave,


un monte se levanta, no muy alto,


desde el cual descendió una mala antorcha


que infligió un gran estrago a la comarca.


De una misma raíz nacimos ambos:


Cunizza fui llamada, y aquí brillo


pues me venció la lumbre de esta estrella.


Mas alegre a mí misma me perdono

la causa de mi suerte, y no me duelo;


y esto tal vez el vulgo no lo entienda.


De la resplandeciente y cara joya


de este cielo que tengo más cercana


quedó gran fama; y antes de extinguirse,


se quintuplicará este mismo año:


mira si excelso debe hacerse el hombre,


tal que otra vida a la vida suceda.


Y esto no piensa la turba presente


que el Tagliamento y Adigio rodean:


ni aun siendo golpeada se arrepiente;


mas pronto ocurrirá que Padua cambie


el agua del pantano de Vincenza,


porque son al deber gentes rebeldes;


y donde el Silo y el Cagnano se unen,


alguien aún señorea con orgullo,


y ya se hace la red para atraparle.


Llorará también Feltre la traición


de su impío pastor, y tan enorme


será, que en Malta no hubo semejante.


Muy grande debería ser la cuba


que llenase la sangre ferraresa,


cansando a quien pesara onza por onza,


la que dará tan cortés sacerdote


por mostrar su partido; y dones tales


al vivir del país se corresponden.


Hay espejos arriba que vosotros


llamáis Tronos, y Dios por medio de ellos


nos alumbra, y mis dichos certifican.»


Aquí dejó de hablar; y me hizo un gesto


de volverse a otra cosa, pues se puso


una vez más en la rueda en la que estaba.


El otro gozo a quien ya conocía


como preciada cosa, ante mis ojos


era cual un rubí que el sol hiriese.


Arriba aumenta el resplandor gozando,


como la risa aquí; y la sombra crece


abajo, al par que aumenta la tristeza.


«Dios lo ve todo, y tu mirar se enela


le dije santo espíritu, y no puede


para ti estar oculto algún deseo.


Por lo tanto tu voz, que alegra el cielo


con el cantar de aquellos fuegos píos


que con seis alas hacen su casulla,


¿por qué no satisface mis deseos?


No esperaría yo a que preguntaras


si me intuara yo cual tú te enmías


«El mayor valle en que el agua se vierte


sus palabras entonces me dijeron-


fuera del mar que a la tierra enguirnalda,


entre enemigas playas contra el curso


del sol tanto se extiende, que ya hace


meridiano donde antes horizonte.


Ribereño fui yo de aquellas costas


entre el Ebro y el Magra, que divide


en corto trecho Génova y Toscana.


Casi en un orto mismo y un ocaso


están Bugía y mi ciudad natal,


que enrojeció su puerto con su sangre.


Era llamado Folco por la gente


que sabía mi nombre; y a este cielo,


como él me iluminó, yo ahora ilumino;


que más no ardiera la hija de Belo,


a Siqueo y a Creusa dando enojos,


que yo, hasta que mi edad lo permitía;


ni aquella Rodopea que engañada


fue por Demofoonte, ni Alcides


cuando encerró en su corazón a Iole.


Pero aquí no se llora, mas se ríe,


no la culpa, que aquí no se recuerda,


sino el poder que ordenó y que provino.


Aquí se admira el arte que se adorna


de tanto afecto, y se comprende el bien


que hace que influya abajo lo de arriba.


Y a fin de que colmados tus deseos


lleves que en esta esfera te han surgido,


debiera referirte aún otras cosas.


Quieres saber quién hay en esa hoguera

que aquí cerca de mí lanza destellos


como el rayo de sol en aguas limpias.


Sabrás que en su interior se regocija


Raab; y en compañía de este coro,


en su más sumo grado resplandece.


A nuestro cielo, en que la sombra acaba


de vuestro mundo, aún antes que alma alguna

por el triunfo de Cristo, fue subida.


Convenía ponerla por trofeo


en algún cielo, de la alta victoria


obtenida con una y otra palma,


pues ella el primer triunfo de Josué


favoreció en la Tierra Prometida,


que poco tiene el Papa en la memoria.


Tu ciudad, que es retoño del primero


que a su creador volviera las espaldas,


cuya envidia ha causado tantos males,


crea y propaga las malditas flores


que han descarriado a ovejas y a corderos,


pues al pastor en lobo han convertido.


Por esto el Evangelio y los Doctores


se olvida, y nada más las Decretales


se estudian, cual sus márgenes indican.


De esto el Papa y la curia se preocupa;


y a Nazaret no van sus pensamientos,


allí donde Gabriel abrió las alas.


Mas pronto el Vaticano y otros sitios


elegidos de Roma, cementerios


de la milicia que a Pedro siguiera,


del adulterio habrán de verse libres

martes, 25 de agosto de 2020

Paradiso, Canto IX

CANTO IX

[Canto IX, nel quale parla madonna Cunizza di Romano, antidicendo alcuna cosa de la Marca di Trevigi; e parla Folco di Marsilia che fue vescovo d'essa.]

Da poi che Carlo tuo, bella Clemenza,

m'ebbe chiarito, mi narrò li 'nganni

che ricever dovea la sua semenza;

ma disse: «Taci e lascia muover li anni»;

sì ch'io non posso dir se non che pianto

giusto verrà di retro ai vostri danni.

E già la vita di quel lume santo

rivolta s'era al Sol che la rïempie

come quel ben ch'a ogne cosa è tanto.

Ahi anime ingannate e fatture empie,

che da sì fatto ben torcete i cuori,

drizzando in vanità le vostre tempie!

Ed ecco un altro di quelli splendori

ver' me si fece, e 'l suo voler piacermi

significava nel chiarir di fori.

Li occhi di Bëatrice, ch'eran fermi

sovra me, come pria, di caro assenso

al mio disio certificato fermi.

«Deh, metti al mio voler tosto compenso,

beato spirto», dissi, «e fammi prova

ch'i' possa in te refletter quel ch'io penso!».

Onde la luce che m'era ancor nova,

del suo profondo, ond' ella pria cantava,

seguette come a cui di ben far giova:

«In quella parte de la terra prava

italica che siede tra Rïalto

e le fontane di Brenta e di Piava,

si leva un colle, e non surge molt' alto,

là onde scese già una facella

che fece a la contrada un grande assalto.

D'una radice nacqui e io ed ella:

Cunizza fui chiamata, e qui refulgo

perché mi vinse il lume d'esta stella;

ma lietamente a me medesma indulgo

la cagion di mia sorte, e non mi noia;

che parria forse forte al vostro vulgo.

Di questa luculenta e cara gioia

del nostro cielo che più m'è propinqua,

grande fama rimase; e pria che moia,

questo centesimo anno ancor s'incinqua:

vedi se far si dee l'omo eccellente,

sì ch'altra vita la prima relinqua.

E ciò non pensa la turba presente

che Tagliamento e Adice richiude,

né per esser battuta ancor si pente;

ma tosto fia che Padova al palude

cangerà l'acqua che Vincenza bagna,

per essere al dover le genti crude;

e dove Sile e Cagnan s'accompagna,

tal signoreggia e va con la testa alta,

che già per lui carpir si fa la ragna.

Piangerà Feltro ancora la difalta

de l'empio suo pastor, che sarà sconcia

sì, che per simil non s'entrò in malta.

Troppo sarebbe larga la bigoncia

che ricevesse il sangue ferrarese,

e stanco chi 'l pesasse a oncia a oncia,

che donerà questo prete cortese

per mostrarsi di parte; e cotai doni

conformi fieno al viver del paese.

Sù sono specchi, voi dicete Troni,

onde refulge a noi Dio giudicante;

sì che questi parlar ne paion buoni».

Qui si tacette; e fecemi sembiante

che fosse ad altro volta, per la rota

in che si mise com' era davante.

L'altra letizia, che m'era già nota

per cara cosa, mi si fece in vista

qual fin balasso in che lo sol percuota.

Per letiziar là sù fulgor s'acquista,

sì come riso qui; ma giù s'abbuia

l'ombra di fuor, come la mente è trista.

«Dio vede tutto, e tuo veder s'inluia»,

diss' io, «beato spirto, sì che nulla

voglia di sé a te puot' esser fuia.

Dunque la voce tua, che 'l ciel trastulla

sempre col canto di quei fuochi pii

che di sei ali facen la coculla,

perché non satisface a' miei disii?

Già non attendere' io tua dimanda,

s'io m'intuassi, come tu t'inmii».

«La maggior valle in che l'acqua si spanda»,

incominciaro allor le sue parole,

«fuor di quel mar che la terra inghirlanda,

tra ' discordanti liti contra 'l sole

tanto sen va, che fa meridïano

là dove l'orizzonte pria far suole.

Di quella valle fu' io litorano

tra Ebro e Macra, che per cammin corto

parte lo Genovese dal Toscano.

Ad un occaso quasi e ad un orto

Buggea siede e la terra ond' io fui,

che fé del sangue suo già caldo il porto.

Folco mi disse quella gente a cui

fu noto il nome mio; e questo cielo

di me s'imprenta, com' io fe' di lui;

ché più non arse la figlia di Belo,

noiando e a Sicheo e a Creusa,

di me, infin che si convenne al pelo;

né quella Rodopëa che delusa

fu da Demofoonte, né Alcide

quando Iole nel core ebbe rinchiusa.

Non però qui si pente, ma si ride,

non de la colpa, ch'a mente non torna,

ma del valor ch'ordinò e provide.

Qui si rimira ne l'arte ch'addorna

cotanto affetto, e discernesi 'l bene

per che 'l mondo di sù quel di giù torna.

Ma perché tutte le tue voglie piene

ten porti che son nate in questa spera,

proceder ancor oltre mi convene.

Tu vuo' saper chi è in questa lumera

che qui appresso me così scintilla

come raggio di sole in acqua mera.

Or sappi che là entro si tranquilla

Raab; e a nostr' ordine congiunta,

di lei nel sommo grado si sigilla.

Da questo cielo, in cui l'ombra s'appunta

che 'l vostro mondo face, pria ch'altr' alma

del trïunfo di Cristo fu assunta.

Ben si convenne lei lasciar per palma

in alcun cielo de l'alta vittoria

che s'acquistò con l'una e l'altra palma,

perch' ella favorò la prima gloria

di Iosüè in su la Terra Santa,

che poco tocca al papa la memoria.

La tua città, che di colui è pianta

che pria volse le spalle al suo fattore

e di cui è la 'nvidia tanto pianta,

produce e spande il maladetto fiore

c'ha disvïate le pecore e li agni,

però che fatto ha lupo del pastore.

Per questo l'Evangelio e i dottor magni

son derelitti, e solo ai Decretali

si studia, sì che pare a' lor vivagni.

A questo intende il papa e ' cardinali;

non vanno i lor pensieri a Nazarette,

là dove Gabrïello aperse l'ali.

Ma Vaticano e l'altre parti elette

di Roma che son state cimitero

a la milizia che Pietro seguette,

tosto libere fien de l'avoltero».

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