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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XXI

CANTO XXI


Así de puente en puente, conversando


de lo que mi Comedia no se ocupa,


subimos, y al llegar hasta la cima


nos paramos a ver la otra hondonada

de Malasbolsas y otros llantos vanos;


y la vi tenebrosamente oscura.


Como en los arsenales de Venecia


bulle pez pegajosa en el invierno


al reparar sus leños averiados,


que navegar no pueden; y a la vez


quién hace un nuevo leño, y quién embrea


los costados a aquel que hizo más rutas;


quién remacha la popa y quién la proa;


hacen otros los remos y otros cuerdas;


quién repara mesanas y trinquetas;


asi, sin fuego, por divinas artes,


bullía abajo una espesa resina,


que la orilla impregnaba en todos lados.


La veía, mas no veía en ella


más que burbujas que el hervor alzaba,


todas hincharse y explotarse luego.


Mientras allá miraba fijamente,


el poeta, diciendo: «¡Atento, atento!»


a él me atrajo del sitio en que yo estaba.


Me volvi entonces como aquel que tarda


en ver aquello de que huir conviene,


y a quien de pronto le acobarda el miedo,


y, por mirar, no demora la marcha;


y un diablo negro vi tras de nosotros,


que por la roca corriendo venía.


¡Ah, qué fiera tenía su apariencia,


y parecían cuán amenazantes


sus pies ligeros, sus abiertas alas!


En su hombro, que era anguloso y soberbio,


cargaba un pecador por ambas ancas,


agarrando los pies por los tendones.


«¡Oh Malasgarras dijo desde el puente ,


os mando a un regidor de Santa Zita!


Ponedlo abajo, que voy a por otro


a esa tierra que tiene un buen surtido:


salvo Bonturo todos son venales;


del “ita” allí hacen “no” por el dinero.»


Abajo lo tiró, y por el escollo

se volvió, y nunca fue un mastín soltado


persiguiendo a un ladrón con tanta prisa.


Aquél se hundió, y se salía de nuevo;


mas los demonios que albergaba el puente


gritaron: «¡No está aquí la Santa Faz,


y no se nada aquí como en el Serquio!


así que, si no quieres nuestros garfios,


no te aparezcas sobre la resina.»


Con más de cien arpones le pinchaban,


dicen: «Cubierto bailar aquí debes,


tal que, si puedes, a escondidas hurtes.»


No de otro modo al pinche el cocinero


hace meter la carne en la caldera,


con los tridentes, para que no flote.


Y el buen Maestro: «Para que no sepan


que estás agua me dijo ve a esconderte


tras una roca que sirva de abrigo;


y por ninguna ofensa que me hagan,


debes temer, que bien conozco esto,


y otras veces me he visto en tales líos.»


Después pasó del puente a la otra parte;


y cuando ya alcanzó la sexta fosa;


le fue preciso un ánimo templado.


Con la ferocidad y con la saña


que los perros atacan al mendigo,


que de pronto se para y limosnea,


del puentecillo aquéllos se arrojaron,


y en contra de él volvieron los arpones;


mas él gritó: «¡Que ninguno se atreva!


Antes de que me pinchen los tridentes,


que se adelante alguno para oírme,


pensad bien si debéis arponearme.»


«¡Que vaya Malacola!» se gritaron;


y uno salió de entre los otros quietos,


y vino hasta él diciendo: «¿De qué sirve?»


«Es que crees, Malacola, que me habrías


visto venir le dijo mi maestro-


seguro ya de todas vuestras armas,


sin el querer divino y diestro hado?

Déjame andar, que en el cielo se quiere


que el camino salvaje enseñe a otros.»


Su orgullo entonces fue tan abatido


que el tridente dejó caer al suelo,


y a los otros les dijo: «No tocarlo.»


Y el guía a mí: «Oh tú que allí te encuentras


tras las rocas del puente agazapado,


puedes venir conmigo ya seguro.»


Por lo que yo avancé hasta él deprisa;


y los diablos se echaron adelante,


tal que temí que el pacto no guardaran;


así yo vi temer a los infantes


yéndose, tras rendirse, de Caprona,


al verse ya entre tantos enemigos.


Yo me arrimé con toda mi persona


a mi guía, y los ojos no apartaba


de sus caras que no eran nada buenas.


Inclinaban los garfios: «¿Que le pinche


decíanse queréis, en el trasero?»


Y respondían: «Sí, pínchale fuerte.»


Pero el demonio aquel que había hablado


con mi guía, volvióse raudamente,


y dijo: «Para, para, Arrancapelos.»


Luego nos dijo: « Más andar por este


escollo no se puede, pues que yace


todo despedazado el arco sexto;


y si queréis seguir más adelante


podéis andar aquí, por esta escarpa:


hay otro escollo cerca, que es la ruta.


Ayer, cinco horas más que en esta hora,


mil y doscientos y sesenta y seis


años hizo, que aquí se hundió el camino.


Hacia allá mando a alguno de los míos


para ver si se escapa alguno de esos;


id con ellos, que no han de molestaros.


¡Adelante Aligacho, Patasfrías,


él comenzó a decir y tú, Malchucho;


y Barbatiesa guíe la decena.


Vayan detrás Salido y Ponzoñoso,

jabalí Colmilludo, Arañaperros,


el Tartaja y el loco del Berrugas.


Mirad en torno de la pez hirviente;


éstos a salvo lleguen al escollo


que todo entero va sobre la fosa.»


«¡Ay maestro, qué es esto que estoy viendo!


dije vayamos solos sin escolta,


si sabes ir, pues no la necesito.


Si eres tan avisado como sueles,


¿no ves cómo sus dientes les rechinan,


y su entrecejo males amenaza?»


Y él me dijo: «No quiero que te asustes;


déjalos que rechinen a su gusto,


pues hacen eso por los condenados.»


Dieron la vuelta por la orilla izquierda,


mas primero la lengua se mordieron


hacia su jefe, a manera de seña,


y él hizo una trompeta de su culo.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...