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sábado, 5 de septiembre de 2020

Castellano, purgatorio, Canto XXXIII

CANTO XXXIII




Deus venerunt Gentes’, alternando


ya las tres, ya las cuatro, su salmodia,


llorando comenzaron las mujeres;


y Beatriz, piadosa y suspirando,


lo escuchaba de forma que no mucho


más se mudara ante la cruz María.


Mas cuando las doncellas la dejaron


lugar para que hablase, puesta en pie,


respondió, colorada como el fuego:


«Modicum, et non videbitis me mis


queridas hermanas, et iterum,


modicum, et vos videbitis me


Luego se puso al frente de las siete,


y me hizo andar tras de ella con un gesto,


y a la mujer y al sabio que quedaba.


Así marchaba; y no creo que hubiera


dado apenas diez pasos en el suelo,


cuando me hirió los ojos con sus ojos;


y con tranquilo gesto: «Ven deprisa


para que, si quisiera hablar, conigo,


estés para escucharme bien dispuesto.»


Y al ir, como debía, junto a ella,


díjome: «Hermano, ¿por qué no te atreves,


ya que vienes conmigo, a preguntarme?»


Como aquellos que tanta reverencia


muestran si están hablando a sus mayores,


que la voz no les sale de los dientes,


a mí me sucedió y, balbuceando,


dije: «Señora lo que necesito


vos sabéis, y qué es bueno para ello.»


Y dijo: «De temor y de vergüenza quiero que en adelante te despojes,

y que no me hables como aquel que sueña.


Sabe que el vaso que rompió la sierpe


fue y ya no es; mas crean los culpables


que el castigo de Dios no teme sopas.


No estará sin alguno que la herede


mucho tiempo aquel águila que plumas


dejó en el carro, monstruo y presa hecho.


Que ciertamente veo, y lo relato,


las estrellas cercanas a ese tiempo,


de impedimento y trabas ya seguro,


en que un diez, en que un cinco, en que un quinientos


enviado de Dios, a la ramera


matará y al gigante con quien peca.


Tal vez estas palabras tan oscuras,


cual de Esfinge o de Temis, no comprendas,


pues a su modo el intelecto ofuscan;


Mas Náyades serán pronto los hechos,


que han de explicar enigma tan oscuro


sin daño de rebaños ni cosechas.


Toma nota; y lo mismo que las digo,


lleva así mis palabras a quien vive


el vivir que es carrera hacia la muerte.


Y ten cuidado, cuando lo relates,


y no olvides que has visto cómo el árbol


ha sido despojado por dos veces.


Cualquiera que le robe o que le expolie,


con blasfemias ofende a Dios, pues santo


sólo para su uso lo ha creado.


Por morder de él, en penas y en deseos


el primer ser más de cinco mil años


anheló a quien en sí purgó el mordisco.


Tu ingenio está dormido, si no aprecia


por qué extraña razón se eleva tanto,


y tanto se dilata por su cima.


Y si no hubieran sido agua del Elsa


los vanos pensamientos por tu mente,


y el placer como a Píramo la mora,


solamente por estas circunstancias

la justicia de Dios conocerías,


moralmente, al hacer prohibido el árbol.


Mas como veo que tu inteligencia


se ha hecho de piedra, y empedrada, oscura,


y te ciega la luz de mis palabras,


quiero que, si no escritas, sí pintadas,


dentro de ti las lleves por lo mismo


que las palmas se traen en los bordones.»


Y yo: «Como la cera de los sellos,


donde no cambia la figura impresa,


por vos ya mi cerebro está sellado.


¿Pero por qué tan fuera de mi alcance


vuestra palabra deseada vuela,


que más la pierde cuanto más se obstina»


«Por que conozcas dijo aquella escuela


que has seguido, y que veas cómo puede


seguir a mis palabras su doctrina;


y veas cuánto dista vuestra senda


de la divina, cuanto se separa


el cielo más lejano de la tierra.»


Por lo que yo le dije: «No recuerdo


que alguna vez de vos yo me alejase,


ni me remuerde nada la conciencia.»


«Si acordarte no puedes de esas cosas


acuérdate repuso sonriente 


que hoy bebiste las aguas del Leteo;


Y si del humo el fuego se deduce,


concluye esta olvidanza claramente


que era culpable tu querer errado.


Estarán desde ahora ya desnudas


mis palabras, cuanto lo necesite


tu ruda mente para comprenderlas.»


Fulgiendo más y con más lentos pasos


el sol atravesaba el mediodía,


que allá y aquí, como lo miran, cambia,


cuando se detuvieron, como aquellos


que van a la vanguardia de una tropa,


si encuentran novedades o vestigios,


las mujeres, junto a un lugar sombrío,

cual bajo fronda verde y negras ramas


se ve en los Alpes sobre sus riachuelos.


Delante de él al Éufrates y al Tigris


creí ver brotando de una misma fuente,


y, casi amigos, lentos separarse.


«Oh luz, oh gloria de la estirpe humana,


¿qué agua es ésta que mana en este sitio


de un principio, y que a sí de sí se aleja?»


A tal pregunta me dijeron: «Pide


que te explique Matelda»; y respondió,


como hace quien de culpa se libera,


la hermosa dama: «Esta y otras cosas


le dije, y de seguro que las aguas


del Leteo escondidas no le tienen.»


Y Beatriz: «Acaso otros cuidados,


que muchas veces privan de memoria,


los ojos de su mente oscurecieron.


Pero allí va fluyendo el Eunoé:


condúcele hasta él, y como sueles,


reaviva su virtud amortecida.»


Como un alma gentil, que no se excusa,


sino su gusto al gusto de otro pliega,


tan pronto una señal se lo sugiere;


de igual forma, al llegarme junto a ella,


echó a andar la mujer, y dijo a Estacio


con femenina gracia: «Ve con él.»


Si tuviese lector, más largo espacio


para escribir, en parte cantaría


de aquel dulce beber que nunca sacia;


mas como están completos ya los pliegos


que al cántico segundo destinaba,


no me deja seguir del arte el freno.


De aquel agua santísima volví


transformado como una planta nueva


con un nuevo follaje renovada,


puro y dispuesto a alzarme a las estrellas.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...