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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XXVI

CANTO XXVI


¡Goza, Florencia, ya que eres tan grande,


que por mar y por tierra bate alas,


y en el infierno se expande tu nombre!


Cinco nobles hallé entre los ladrones


de tus vecinos, de donde me vino


vergüenza, y para ti no mucha honra.


Mas si el soñar al alba es verdadero,


conocerás, de aquí a no mucho tiempo,


lo que Prato, no ya otras, te aborrece.


No fuera prematuro, si ya fuese:


¡Ojalá fuera ya, lo que ser debe!


que más me pesará, cuanto envejezco.


Nos marchamos de allí, y por los peldaños


que en la bajada nos sirvieron antes,


subió mi guía y tiraba de mí.


Y siguiendo el camino solitario,

por los picos y rocas del escollo,

sin las manos, el pie no se valía.


Entonces me dolió, y me duele ahora,


cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,


y el ingenio refreno más que nunca,


porque sin guía de virtud no corra;


tal que, si buena estrella, o mejor cosa,

me ha dado el bien, yo mismo no lo enturbie. 


Cuantas el campesino que descansa


en la colina, cuando aquel que alumbra


el mundo, oculto menos tiene el rostro,


cuando a las moscas siguen los mosquitos,


luciérnagas contempla allá en el valle,


en el lugar tal vez que ara y vendimia;


toda resplandecía en llamaradas


la bolsa octava, tal como advirtiera


desde el sitio en que el fondo se veía.


Y como aquel que se vengó con osos,


vio de Elías el carro al remontarse,


y erguidos los caballos a los cielos,


que con los ojos seguir no podia,


ni alguna cosa ver salvo la llama,


como una nubecilla que subiese;


tal se mueven aquéllas por la boca


del foso, mas ninguna enseña el hurto,


y encierra un pecador cada centella.


Yo estaba tan absorto sobre el puente,


que si una roca no hubiese agarrado,


sin empujarme hubiérame caído.


Y viéndome mi guía tan atento


dijo: « Dentro del fuego están las almas,


todas se ocultan en donde se queman.»


«Maestro le repuse , al escucharte


estoy más cierto, pero ya he notado


que así fuese, y decírtelo quería:


¿quién viene en aquel fuego dividido,

que parece surgido de la pira


donde Eteocles fue puesto con su hermano?» 


Me respondió: «Allí dentro se tortura


a Ulises y a Diomedes, y así juntos


en la venganza van como en la ira;


y dentro de su llama se lamenta


del caballo el ardid, que abrió la puerta


que fue gentil semilla a los romanos.


Se llora la traición por la que, muerta,


aún Daidamia se duele por Aquiles,


y por el Paladión se halla el castigo.»


«Si pueden dentro de aquellas antorchas


hablar le dije pídote, maestro,


y te suplico, y valga mil mi súplica,


que no me impidas que aguardar yo pueda


a que la llama cornuda aquí llegue;


mira cómo a ellos lleva mi deseo.»


Y él me repuso: «Es digno lo que pides


de mucha loa, y yo te lo concedo;


pero procura reprimir tu lengua.


Déjame hablar a mí, pues que comprendo


lo que quieres; ya que serán esquivos


por ser griegos, tal vez, a tus palabras.»


Cuando la llama hubo llegado a donde


lugar y tiempo pareció a mi guía,


yo le escuché decir de esta manera:


«¡Oh vosotros que sois dos en un fuego,


si os merecí, mientras que estaba vivo,


si os merecí, bien fuera poco o mucho,


cuando altos versos escribí en el mundo,


no os alejéis; mas que alguno me diga


dónde, por él perdido, halló la muerte.»


El mayor cuerno de la antigua llama


empezó a retorcerse murmurando,


tal como aquella que el viento fatiga;


luego la punta aquí y acá moviendo,


cual si fuese una lengua la que hablara,


fuera sacó la voz, y dijo: «Cuando


me separé de Circe, que sustrajóme

más de un año allí junto a Gaeta,


antes de que así Eneas la llamase,


ni la filial dulzura, ni el cariño


del viejo padre, ni el amor debido,

que debiera alegrar a Penélope,


vencer pudieron el ardor interno


que tuve yo de conocer el mundo,


y el vicio y la virtud de los humanos;


mas me arrojé al profundo mar abierto,


con un leño tan sólo, y la pequeña


tripulación que nunca me dejaba.


Un litoral y el otro vi hasta España,


y Marruecos, y la isla de los sardos,


y las otras que aquel mar baña en torno.


Viejos y tardos ya nos encontrábamos,


al arribar a aquella boca estrecha


donde Hércules plantara sus columnas,


para que el hombre más allá no fuera:


a mano diestra ya dejé Sevilla,


y la otra mano se quedaba Ceuta.»


«Oh hermanos dije , que tras de cien mil


peligros a occidente habéis llegado,


ahora que ya es tan breve la vigilia


de los pocos sentidos que aún nos quedan,


negaros no queráis a la experiencia,


siguiendo al sol, del mundo inhabitado.


Considerar cuál es vuestra progenie:


hechos no estáis a vivir como brutos,


mas para conseguir virtud y ciencia.»


A mis hombres les hice tan ansiosos


del camino con esta breve arenga,


que no hubiera podido detenerlos;


y vuelta nuestra proa a la mañana,


alas locas hicimos de los remos,


inclinándose siempre hacia la izquierda.


Del otro polo todas las estrellas


vio ya la noche, y el nuestro tan bajo


que del suelo marino no surgía.


Cinco veces ardiendo y apagada


era la luz debajo de la luna,


desde que al alto paso penetramos,


cuando vimos una montaña, oscura

por la distancia, y pareció tan alta


cual nunca hubiera visto monte alguno.


Nos alegramos, mas se volvió llanto:


pues de la nueva tierra un torbellino


nació, y le golpeó la proa al leño.


Le hizo girar tres veces en las aguas;


a la cuarta la popa alzó a lo alto,


bajó la proa como Aquél lo quiso


hasta que el mar cerró sobre nosotros.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Inferno, Canto XXVI

CANTO XXVI

[Canto XXVI, nel quale si tratta de l'ottava bolgia contro a quelli che mettono aguati e danno frodolenti consigli; e in prima sgrida contro a' fiorentini e tacitamente predice del futuro e in persona d'Ulisse e Diomedes pone loro pene.]

Godi, Fiorenza, poi che se' sì grande

che per mare e per terra batti l'ali,

e per lo 'nferno tuo nome si spande!

Tra li ladron trovai cinque cotali

tuoi cittadini onde mi ven vergogna,

e tu in grande orranza non ne sali.

Ma se presso al mattin del ver si sogna,

tu sentirai, di qua da picciol tempo,

di quel che Prato, non ch'altri, t'agogna.

E se già fosse, non saria per tempo.

Così foss' ei, da che pur esser dee!

ché più mi graverà, com' più m'attempo.

Noi ci partimmo, e su per le scalee

che n'avea fatto iborni a scender pria,

rimontò 'l duca mio e trasse mee;

e proseguendo la solinga via,

tra le schegge e tra ' rocchi de lo scoglio

lo piè sanza la man non si spedia.

Allor mi dolsi, e ora mi ridoglio

quando drizzo la mente a ciò ch'io vidi,

e più lo 'ngegno affreno ch'i' non soglio,

perché non corra che virtù nol guidi;

sì che, se stella bona o miglior cosa

m'ha dato 'l ben, ch'io stessi nol m'invidi.

Quante 'l villan ch'al poggio si riposa,

nel tempo che colui che 'l mondo schiara

la faccia sua a noi tien meno ascosa,

come la mosca cede a la zanzara,

vede lucciole giù per la vallea,

forse colà dov' e' vendemmia e ara:

di tante fiamme tutta risplendea

l'ottava bolgia, sì com' io m'accorsi

tosto che fui là 've 'l fondo parea.

E qual colui che si vengiò con li orsi

vide 'l carro d'Elia al dipartire,

quando i cavalli al cielo erti levorsi,

che nol potea sì con li occhi seguire,

ch'el vedesse altro che la fiamma sola,

sì come nuvoletta, in sù salire:

tal si move ciascuna per la gola

del fosso, ché nessuna mostra 'l furto,

e ogne fiamma un peccatore invola.

Io stava sovra 'l ponte a veder surto,

sì che s'io non avessi un ronchion preso,

caduto sarei giù sanz' esser urto.

E 'l duca che mi vide tanto atteso,

disse: «Dentro dai fuochi son li spirti;

catun si fascia di quel ch'elli è inceso».

«Maestro mio», rispuos' io, «per udirti

son io più certo; ma già m'era avviso

che così fosse, e già voleva dirti:

chi è 'n quel foco che vien sì diviso

di sopra, che par surger de la pira

dov' Eteòcle col fratel fu miso?».

Rispuose a me: «Là dentro si martira

Ulisse e Dïomede, e così insieme

a la vendetta vanno come a l'ira;

e dentro da la lor fiamma si geme

l'agguato del caval che fé la porta

onde uscì de' Romani il gentil seme.

Piangevisi entro l'arte per che, morta,

Deïdamìa ancor si duol d'Achille,

e del Palladio pena vi si porta».

«S'ei posson dentro da quelle faville

parlar», diss' io, «maestro, assai ten priego

 e ripriego, che 'l priego vaglia mille,

che non mi facci de l'attender niego

fin che la fiamma cornuta qua vegna;

vedi che del disio ver' lei mi piego!».

Ed elli a me: «La tua preghiera è degna

di molta loda, e io però l'accetto;

ma fa che la tua lingua si sostegna.

Lascia parlare a me, ch'i' ho concetto

ciò che tu vuoi; ch'ei sarebbero schivi,

perch' e' fuor greci, forse del tuo detto».

Poi che la fiamma fu venuta quivi

dove parve al mio duca tempo e loco,

in questa forma lui parlare audivi:

«O voi che siete due dentro ad un foco,

s'io meritai di voi mentre ch'io vissi,

s'io meritai di voi assai o poco

quando nel mondo li alti versi scrissi,

non vi movete; ma l'un di voi dica

dove, per lui, perduto a morir gissi».

Lo maggior corno de la fiamma antica

cominciò a crollarsi mormorando,

pur come quella cui vento affatica;

indi la cima qua e là menando,

come fosse la lingua che parlasse,

gittò voce di fuori e disse: «Quando

mi diparti' da Circe, che sottrasse

me più d'un anno là presso a Gaeta,

prima che sì Enëa la nomasse,

né dolcezza di figlio, né la pieta

del vecchio padre, né 'l debito amore

lo qual dovea Penelopè far lieta,

vincer potero dentro a me l'ardore

ch'i' ebbi a divenir del mondo esperto

e de li vizi umani e del valore;

ma misi me per l'alto mare aperto

sol con un legno e con quella compagna

picciola da la qual non fui diserto.

L'un lito e l'altro vidi infin la Spagna,

fin nel Morrocco, e l'isola d'i Sardi,

e l'altre che quel mare intorno bagna.

Io e ' compagni eravam vecchi e tardi

quando venimmo a quella foce stretta

dov' Ercule segnò li suoi riguardi

acciò che l'uom più oltre non si metta;

da la man destra mi lasciai Sibilia,

da l'altra già m'avea lasciata Setta.

"O frati", dissi, "che per cento milia

perigli siete giunti a l'occidente,

a questa tanto picciola vigilia

d'i nostri sensi ch'è del rimanente

non vogliate negar l'esperïenza,

di retro al sol, del mondo sanza gente.

Considerate la vostra semenza:

fatti non foste a viver come bruti,

ma per seguir virtute e canoscenza".

Li miei compagni fec' io sì aguti,

con questa orazion picciola, al cammino,

che a pena poscia li avrei ritenuti;

e volta nostra poppa nel mattino,

de' remi facemmo ali al folle volo,

sempre acquistando dal lato mancino.

Tutte le stelle già de l'altro polo

vedea la notte, e 'l nostro tanto basso,

che non surgëa fuor del marin suolo.

Cinque volte racceso e tante casso

lo lume era di sotto da la luna,

poi che 'ntrati eravam ne l'alto passo,

quando n'apparve una montagna, bruna

per la distanza, e parvemi alta tanto

quanto veduta non avëa alcuna.

Noi ci allegrammo, e tosto tornò in pianto;

ché de la nova terra un turbo nacque

e percosse del legno il primo canto.

Tre volte il fé girar con tutte l'acque;

a la quarta levar la poppa in suso

e la prora ire in giù, com' altrui piacque,

infin che 'l mar fu sovra noi richiuso».

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