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domingo, 30 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto X

CANTO X


Siguió entonces por una oculta senda


entre aquella muralla y los martirios


mi Maestro, y yo fui tras de sus pasos.


«Oh virtud suma, que en los infernales


circulos me conduces a tu gusto,


háblame y satisface mis deseos:


a la gente que yace en los sepulcros


¿la podré ver?, pues ya están levantadas


todas las losas, y nadie vigila


Y él repuso: «Cerrados serán todos


cuando aquí vuelvan desde Josafat


con los cuerpos que allá arriba dejaron.


Su cementerio en esta parte tienen


con Epicuro todos sus secuaces


que el alma, dicen, con el cuerpo muere.


Pero aquella pregunta que me hiciste


pronto será aquí mismo satisfecha,


y también el deseo que me callas.»


Y yo: «Buen guía, no te oculta nada


mi corazón, si no es por hablar poco;


y tú me tienes a ello predispuesto.»


«Oh toscano que en la ciudad del fuego


caminas vivo, hablando tan humilde,


te plazca detenerte en este sitio,


porque tu acento demuestra que eres


natural de la noble patria aquella


a la que fui, tal vez, harto dañoso.»


Este son escapó súbitamente


desde una de las arcas; y temiendo,


me arrimé un poco más a mi maestro.


Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿qué haces?


mira allí a Farinatta que se ha alzado;


le verás de cintura para arriba.»


Fijado en él había ya mi vista;

y aquél se erguía con el pecho y frente


cual si al infierno mismo despreciase.


Y las valientes manos de mi guía


me empujaron a él entre las tumbas,


diciendo: «Sé medido en tus palabras.»


Como al pie de su tumba yo estuviese,

me miró un poco, y como con desdén,

me preguntó: «¿Quién fueron tus mayores?» 


Yo, que de obedecer estaba ansioso,


no lo oculté, sino que se lo dije,


y él levantó las cejas levemente.


«Con fiereza me fueron adversarios


a mí y a mi partido y mis mayores,


y así dos veces tuve que expulsarles.»


« Si les echaste dije regresaron


de todas partes, una y otra vez;


mas los vuestros tal arte no aprendieron.»


Surgió entonces al borde de su foso


otra sombra, a su lado, hasta la barba:


creo que estaba puesta de rodillas.


Miró a mi alrededor, cual si propósito


tuviese de encontrar conmigo a otro,


y cuando fue apagada su sospecha,


llorando dijo: «Si por esta ciega


cárcel vas tú por nobleza de ingenio,


¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?»


Y yo dije: «No vengo por mí mismo,


el que allá aguarda por aquí me lleva


a quien Guido, tal vez, fue indiferente.»


Sus palabras y el modo de su pena


su nombre ya me habían revelado;


por eso fue tan clara mi respuesta.


Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo


has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive?

¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?»


Y al advertir que una cierta demora


antes de responderle yo mostraba,


cayó de espaldas sin volver a alzarse.


Mas el otro gran hombre, a cuyo ruego

yo me detuve, no alteró su rostro,


ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo.


Y así, continuando lo de antes,


«Que aquel arte me dijo mal supieran,


eso, más que este lecho, me tortura.


Pero antes que cincuenta veces arda


la faz de la señora que aquí reina,


tú has de saber lo que tal arte pesa.


Y así regreses a ese dulce mundo,


dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío


contra los míos en todas sus leyes?»


Y yo dije: «El estrago y la matanza


que teñirse de rojo al Arbia hizo,


obliga a tal decreto en nuestros templos.»


Me respondió moviendo la cabeza:


«No estuve solo allí, ni ciertamente


sin razón me movi con esos otros:


mas estuve yo solo, cuando todos


en destruir Florencia consentían,


defendiéndola a rostro descubierto.»


«Ah, que repose vuestra descendencia


yo le rogué , este nudo desatadme


que ha enmarañado aquí mi pensamiento.


Parece que sabéis, por lo que escucho,


lo que nos trae el tiempo de antemano,


mas usáis de otro modo en lo de ahora.»


«Vemos, como quien tiene mala luz,


las cosas dijo que se encuentran lejos,


gracias a lo que esplende el Sumo Guía.


Cuando están cerca, o son, vano es del todo


nuestro intelecto; y si otros no nos cuentan,


nada sabemos del estado humano.


Y comprender podrás que muerto quede


nuestro conocimiento en aquel punto


que se cierre la puerta del futuro.»


Arrepentido entonces de mi falta,


dije: «Diréis ahora a aquel yacente


que su hijo aún se encuentra con los vivos;


y si antes mudo estuve en la respuesta,

hazle saber que fue porque pensaba


ya en esa duda que me habéis resuelto.»


Y ya me reclamaba mi maestro;


y yo rogué al espíritu que rápido


me refiriese quién con él estaba.


Díjome: «Aquí con más de mil me encuentro;


dentro se halla el segundo Federico,


y el Cardenal, y de los otros callo.»


Entonces se ocultó; y yo hacia el antiguo


poeta volví el paso, repensando


esas palabras que creí enemigas.


Él echó a andar y luego, caminando,


me dijo: «¿Por qué estás tan abatido


Y yo le satisfice la pregunta.


Conserva en la memoria lo que oíste

contrario a ti me aconsejó aquel sabio,

y atiende ahora y levantó su dedo :


cuando delante estés del dulce rayo


de aquella cuyos ojos lo ven todo


de ella sabrás de tu vida el viaje.


Luego volvió los pies a mano izquierda:


dejando el muro, fuimos hacia el centro


por un sendero que conduce a un valle,


cuyo hedor hasta allí desagradaba.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...