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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XXIV

CANTO XXIV


En ese tiempo en el que el año es joven


y el sol sus crines bajo Acuario templa,


y las noches se igualan con los días,


cuando la escarcha en tierra se asemeja


a aquella imagen de su blanca hermana,


mas poco dura el temple de su pluma;


el campesino falto de forraje,


se levanta y contempla la campiña


toda blanca, y el muslo se golpea,


vuelve a casa, y aquí y allá se duele,


tal mezquino que no sabe qué hacerse;


sale de nuevo, y cobra la esperanza,


viendo que al monte ya le cambió el rostro


en pocas horas, toma su cayado,


y a pacer fuera saca las ovejas.


De igual manera me asustó el maestro


cuando vi que su frente se turbaba,


mas pronto al mal siguió la medicina;


pues, al llegar al derruido puente,


el guía se volvió a mí con el rostro


dulce que vi al principio al pie del monte;


abrió los brazos, tras de haber tomado


una resolución, mirando antes


la ruina bien, y se acercó a empinarme.


Y como el que trabaja y que calcula,


que parece que todo lo prevea,


igual, encaramándome a la cima


de un peñasco, otra roca examinaba,

diciendo: «Agárrate luego de aquélla;

pero antes ve si puede sostenerte.»


No era un camino para alguien con capa,


pues apenas, él leve, yo sujeto,


podíamos subir de piedra en piedra.


Y si no fuese que en aquel recinto


más corto era el camino que en los otros,


no sé de él, pero yo vencido fuera.


Mas como hacia la boca Malasbolsas


del pozo más profundo toda pende,


la situación de cada valle hace


que se eleve un costado y otro baje;


y así llegamos a la punta extrema,


donde la última piedra se destaca.


Tan ordeñado del pulmón estaba


mi aliento en la subida, que sin fuerzas

busqué un asiento en cuanto que llegamos.


«Ahora es preciso que te despereces


dijo el maestro , pues que andando en plumas

no se consigue fama, ni entre colchas;


el que la vida sin ella malgasta


tal vestigio en la tierra de sí deja,


cual humo en aire o en agua la espuma.


Así que arriba: vence la pereza


con ánimo que vence cualquier lucha,


si con el cuerpo grave no lo impide.


Hay que subir una escala aún más larga;


haber huido de éstos no es bastante:


si me entiendes, procura que te sirva.»


Alcé entonces, mostrándome provisto


de un ánimo mayor del que tenía,


« Vamos dije . Estoy fuerte y animoso.»


Por el derrumbe empezamos a andar,


que era escarpado y rocoso y estrecho,


y mucho más pendiente que el de antes.


Hablando andaba para hacerme el fuerte;


cuando una voz salió del otro foso,


que incomprensibles voces profería.


No le entendí, por más que sobre el lomo

ya estuviese del arco que cruzaba:

mas el que hablaba parecía airado.


Miraba al fondo, mas mis ojos vivos,


por lo oscuro, hasta el fondo no llegaban,


por lo que yo: «Maestro alcanza el otro


recinto, y descendamos por el muro;


pues, como escucho a alguno que no entiendo,

miro así al fondo y nada reconozco.


«Otra respuesta dijo no he de darte


más que hacerlo; pues que demanda justa


se ha de cumplir con obras, y callando.»


Desde lo alto del puente descendimos


donde se cruza con la octava orilla,


luego me fue la bolsa manifiesta;


y yo vi dentro terrible maleza


de serpientes, de especies tan distintas,


que la sangre aún me hiela el recordarlo.


Más no se ufane Libia con su arena;


que si quelidras, yáculos y faras


produce, y cancros con anfisibenas,


ni tantas pestilencias, ni tan malas,


mostró jamás con la Etiopía entera,


ni con aquel que está sobre el mar Rojo.


Entre el montón tristísimo corrían


gentes desnudas y aterrorizadas,


sin refugio esperar o heliotropía:


esposados con sierpes a la espalda;


les hincaban la cola y la cabeza


en los riñones, encima montadas.


De pronto a uno que se hallaba cerca,


se lanzó una serpiente y le mordió


donde el cuello se anuda con los hombros.


Ni la O tan pronto, ni la I, se escribe,


cual se encendió y ardió, y todo en cenizas


se convirtió cayendo todo entero;


y luego estando así deshecho en tierra


amontonóse el polvo por si solo,


y en aquel mismo se tornó de súbito.


Así los grandes sabios aseguran


que muere el Fénix y después renace,


cuando a los cinco siglos ya se acerca:


no pace en vida cebada ni hierba,


sólo de incienso lágrimas y amomo,


y nardo y mirra son su último nido.


Y como aquel que cae sin saber cómo,


porque fuerza diabólica lo tira,


o de otra opilación que liga el ánimo,


que levantado mira alrededor,


muy conturbado por la gran angustia


que le ha ocurrido, y suspira al mirar:


igual el pecador al levantarse.


¡Oh divina potencia, cuán severa,


que tales golpes das en tu venganza!


El guía preguntó luego quién era:


y él respondió: «Lloví de la Toscana,


no ha mucho tiempo, en este fiero abismo.


Vida de bestia me plació, no de hombre,


como al mulo que fui: soy Vanni Fucci


bestia, y Pistoya me fue buena cuadra.»


Y yo a mi guía: «Dile que no huya,


y pregunta qué culpa aquí le arroja;


que hombre le vi de maldad y de sangre.»


Y el pecador, que oyó, no se escondía,


mas volvió contra mí el ánimo y rostro,


y de triste vergüenza enrojeció;


y dijo: «Más me duele que me halles


en la miseria en la que me estás viendo,


que cuando fui arrancado en la otra vida.


Yo no puedo ocultar lo que preguntas:


aquí estoy porque fui en la sacristía


ladrón de los hermosos ornamentos,


y acusaron a otro hombre falsamente;


mas porque no disfrutes al mirarme,


si del lugar oscuro tal vez sales,


abre el oído y este anuncio escucha:


Pistoya de los negros enflaquece:


luego en Florencia cambian gente y modos.


De Val de Magra Marte manda un rayo

rodeado de turbios nubarrones;

y en agria tempestad impetuosa,


sobre el campo Piceno habrá un combate;


y de repente rasgará la niebla,


de modo que herirá a todos los blancos.


¡Esto te digo para hacerte daño!»

miércoles, 19 de agosto de 2020

Inferno, Canto XXIV

CANTO XXIV

[Canto XXIV, nel quale tratta de le pene che puniscono li furti, dove trattando de' ladroni sgrida contro a' Pistolesi sotto il vocabulo di Vanni Fucci, per la cui lingua antidice del tempo futuro; ed è la settima bolgia.]

In quella parte del giovanetto anno

che 'l sole i crin sotto l'Aquario tempra

e già le notti al mezzo dì sen vanno,

quando la brina in su la terra assempra

l'imagine di sua sorella bianca,

ma poco dura a la sua penna tempra,

lo villanello a cui la roba manca,

si leva, e guarda, e vede la campagna

biancheggiar tutta; ond' ei si batte l'anca,

ritorna in casa, e qua e là si lagna,

come 'l tapin che non sa che si faccia;

poi riede, e la speranza ringavagna,

veggendo 'l mondo aver cangiata faccia

in poco d'ora, e prende suo vincastro

e fuor le pecorelle a pascer caccia.

Così mi fece sbigottir lo mastro

quand' io li vidi sì turbar la fronte,

e così tosto al mal giunse lo 'mpiastro;

ché, come noi venimmo al guasto ponte,

lo duca a me si volse con quel piglio dolce

ch'io vidi prima a piè del monte.

Le braccia aperse, dopo alcun consiglio

eletto seco riguardando prima

ben la ruina, e diedemi di piglio.

E come quei ch'adopera ed estima,

che sempre par che 'nnanzi si proveggia,

così, levando me sù ver' la cima

d'un ronchione, avvisava un'altra scheggia

dicendo: «Sovra quella poi t'aggrappa;

ma tenta pria s'è tal ch'ella ti reggia».

Non era via da vestito di cappa,

ché noi a pena, ei lieve e io sospinto,

potavam sù montar di chiappa in chiappa.

E se non fosse che da quel precinto

più che da l'altro era la costa corta,

non so di lui, ma io sarei ben vinto.

Ma perché Malebolge inver' la porta

del bassissimo pozzo tutta pende,

lo sito di ciascuna valle porta

che l'una costa surge e l'altra scende;

noi pur venimmo al fine in su la punta

onde l'ultima pietra si scoscende.

La lena m'era del polmon sì munta

quand' io fui sù, ch'i' non potea

più oltre, anzi m'assisi ne la prima giunta.

«Omai convien che tu così ti spoltre»,

disse 'l maestro; «ché, seggendo in piuma,

in fama non si vien, né sotto coltre;

sanza la qual chi sua vita consuma,

cotal vestigio in terra di sé lascia,

qual fummo in aere e in acqua la schiuma.

E però leva sù; vinci l'ambascia

con l'animo che vince ogne battaglia,

se col suo grave corpo non s'accascia.

Più lunga scala convien che si saglia;

non basta da costoro esser partito.

Se tu mi 'ntendi, or fa sì che ti vaglia».

Leva'mi allor, mostrandomi fornito

meglio di lena ch'i' non mi sentia,

e dissi: «Va, ch'i' son forte e ardito».

Su per lo scoglio prendemmo la via,

ch'era ronchioso, stretto e malagevole,

ed erto più assai che quel di pria.

Parlando andava per non parer fievole;

onde una voce uscì de l'altro fosso,

a parole formar disconvenevole.

Non so che disse, ancor che sovra 'l dosso

fossi de l'arco già che varca quivi;

ma chi parlava ad ire parea mosso.

Io era vòlto in giù, ma li occhi vivi

non poteano ire al fondo per lo scuro;

per ch'io: «Maestro, fa che tu arrivi

da l'altro cinghio e dismontiam lo muro;

ché, com' i' odo quinci e non intendo,

così giù veggio e neente affiguro».

«Altra risposta», disse, «non ti rendo

se non lo far; ché la dimanda onesta

si de' seguir con l'opera tacendo».

Noi discendemmo il ponte da la testa

dove s'aggiugne con l'ottava ripa,

e poi mi fu la bolgia manifesta:

e vidivi entro terribile stipa

di serpenti, e di sì diversa mena

che la memoria il sangue ancor mi scipa.

Più non si vanti Libia con sua rena;

ché se chelidri, iaculi e faree

produce, e cencri con anfisibena,

né tante pestilenzie né sì ree

mostrò già mai con tutta l'Etïopia

né con ciò che di sopra al Mar Rosso èe.

Tra questa cruda e tristissima copia

corrëan genti nude e spaventate,

sanza sperar pertugio o elitropia:

con serpi le man dietro avean legate;

quelle ficcavan per le ren la coda

e 'l capo, ed eran dinanzi aggroppate.

Ed ecco a un ch'era da nostra proda,

s'avventò un serpente che 'l trafisse

là dove 'l collo a le spalle s'annoda.

Né O sì tosto mai né I si scrisse,

com' el s'accese e arse, e cener tutto

convenne che cascando divenisse;

e poi che fu a terra sì distrutto,

la polver si raccolse per sé stessa

e 'n quel medesmo ritornò di butto.

Così per li gran savi si confessa

che la fenice more e poi rinasce,

quando al cinquecentesimo anno appressa;

erba né biado in sua vita non pasce,

ma sol d'incenso lagrime e d'amomo,

e nardo e mirra son l'ultime fasce.

E qual è quel che cade, e non sa como,

per forza di demon ch'a terra il tira,

o d'altra oppilazion che lega l'omo,

quando si leva, che 'ntorno si mira

tutto smarrito de la grande angoscia

ch'elli ha sofferta, e guardando sospira:

tal era 'l peccator levato poscia.

Oh potenza di Dio, quant' è severa,

che cotai colpi per vendetta croscia!

Lo duca il domandò poi chi ello era;

per ch'ei rispuose: «Io piovvi di Toscana,

poco tempo è, in questa gola fiera.

Vita bestial mi piacque e non umana,

sì come a mul ch'i' fui; son Vanni Fucci

bestia, e Pistoia mi fu degna tana».

E ïo al duca: «Dilli che non mucci,

e domanda che colpa qua giù 'l pinse;

ch'io 'l vidi uomo di sangue e di crucci».

E 'l peccator, che 'ntese, non s'infinse,

ma drizzò verso me l'animo e 'l volto,

e di trista vergogna si dipinse;

poi disse: «Più mi duol che tu m'hai colto

ne la miseria dove tu mi vedi,

che quando fui de l'altra vita tolto.

Io non posso negar quel che tu chiedi;

in giù son messo tanto perch' io fui

ladro a la sagrestia d'i belli arredi,

e falsamente già fu apposto altrui.

Ma perché di tal vista tu non godi,

se mai sarai di fuor da' luoghi bui,

apri li orecchi al mio annunzio, e odi.

Pistoia in pria d'i Neri si dimagra;

poi Fiorenza rinova gente e modi.

Tragge Marte vapor di Val di Magra

ch'è di torbidi nuvoli involuto;

e con tempesta impetüosa e agra

sovra Campo Picen fia combattuto;

ond' ei repente spezzerà la nebbia,

sì ch'ogne Bianco ne sarà feruto.

E detto l'ho perché doler ti debbia!».

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...