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lunes, 28 de septiembre de 2020

Castellano, paraíso, canto VIII

CANTO VIII


Solía creer el mundo erradamente


que la bella Cipriña el amor loco


desde el tercer epiciclo irradiaba;


y por esto no honraban sólo a ella


con sacrificios y votivos ruegos


en su antiguo extravío los antiguos;


mas a Dione honraban y a Cupido,

por madre a una, al otro como hijo,

y en el seno de Dido lo creían;


y por la que he citado en el comienzo,


le pusieron el nombre a aquella estrella


que al sol recrea de nuca o de frente.


Hasta ella ascendí sin darme cuenta;


pero me confirmó que en ella estaba


el ver aún más hermosa a mi señora.


Y cual la chispa se observa en la llama,


y una voz se distingue entre las voces,


si una se para y otra el canto sigue,


en esa luz vi yo otras luminarias


dar vuelta más o menos velozmente,


acordes, pienso, a su visión interna.


De fría nube vientos no descienden,


tan raudos, ya visibles, ya invisibles,


que ni lentos ni torpes pareciesen


a quien hubiese esas luces divinas


visto venir, dejando aquella danza


que empezaba en los altos serafines;


y en los primeros que se aparecieron


tal hosanna se oía, que las ansias


de escucharlo otra vez nunca he perdido.


Entonces uno se acercó a nosotros


y dijo: «Estamos todos preparados


para darte placer y recrearte.


Girarnos con los príncipes celestes


con un mismo girar y una sed misma,


de la cual tú en el mundo ya cantaste:


«Los que moveis pensando el tercer áeio»;


y tal amor nos colma, que no menos


dulce, por complacerte, es el pararnos.»


Luego de haber mis ojos reverentes


puesto en mi dama, y que ella les hubiera


satisfecho mostrando su aquiescencia,


volviéronse a la luz que una tan grande


promesa había hecho, y: «Quiénes sois»


dijo mi voz de gran afecto llena.


¡Y cuánto y cómo vi que se crecía

con esta dicha nueva que aumentaba

su dicha, al dirigirle mi pregunta!


Dijo, así transformada: «Poco tiempo


del mundo fui; y si más hubiera sido,


muchos males que habrá, no los habría.


Mi contento no deja que me veas


porque brillando alrededor me oculta


como animal en su seda encerrado.


Mucho me amaste, y tuviste motivos;


pues si hubiese vivido, hubieras visto


de mi cariño más que sólo hojas.


Aquella orilla izquierda que al mezclarse


bañan el río Ródano y el Sorga,


por señor a su hora me esperaba,


Y aquel cuerno de Ausonia limitado


por Catona, por Baria, por Gaeta,


donde el Verde y el Tronto desembocan.


Ya lucía en mi frente la corona


de aquella tierra que el Danubio riega


cuando abandona la margen tedesca.


Y la hermosa Trinacria, que se anubla


entre Peloro y Pachino, en el golfo


que el ímpetu del Euro más recibe,


no por Tifeo sino del azufre,


aún hubiera esperado sus monarcas,


de Carlos y Rodolfo en mí nacidos,


si el mal gobierno, que atormenta siempre


a los pueblos sujetos no forzase


a gritar a Palermo: "Muerte, muerte."


Y si mi hermano hubiese esto previsto,


de Cataluña la pobreza avara


evitaría que daño le hiciese;


pues proveer debieran ciertamente,


él u otros, a fin de que a su barca


cargada, aún otra carga no se agregue.


Y su carácter que de largo a parco


bajó, precisaría capitanes


no preocupados de amasar dinero.»


«Puesto que creo que la alta alegría


que tu hablar, señor mío, me ha causado,

donde se inicia y cesa todo bien


la ves del mismo modo que la veo,


me es más grata; y también me causa gozo

pues contemplando a Dios la has advertido. 


Gusto me diste, ponme en claro ahora,


pues me han causado dudas tus palabras,


cómo dulce semilla da amargura.»


Esto le dije; y él a mi «Si puedo


mostrarte una verdad, a tu pregunta


el rostro le darás y no la espalda.


El bien que todo el reino que tú asciendes


alegra y mueve, con su providencia


hace que influyan estos grandes cuerpos.


Y no sólo provistas las naturas


son en la mente que por sí es perfecta,


mas su conservación a un tiempo mismo:


por lo que todo aquello que dispara


este arco a su fin previsto llega,


cual se clava la flecha en su diana.


Si así no fuese, el cielo que recorres


tendría de este modo efectos tales


que no serían arte, sino ruinas;


y esto no puede ser, si los ingenios


que las estrellas mueven no son torpes,


y torpe aquel que las creó imperfectas.


¿Quieres que esta verdad te aclare un poco?»

Y yo: «No; pues ya sé que es imposible


que a lo que es necesario Dios faltase.»


Y él: «Dime, ¿no sería para el hombre


peor si no viviese en sociedad?»


«Sí respondí y la causa no preguntó.»


«¿Y puede ser así, si no se tienen


diversamente oficios diferentes?


No, si bien lo escribió vuestro maestro.»


Fue hasta aquí de este modo deduciendo;


y luego concluyó: «Luego diversas


serán de vuestros hechos las raíces:


por lo que uno es Solón y el otro es Jerjes,


y otro Melchisedec, y el otro aquel


que, volando en el aire, perdió al hijo.


La circular natura, que es el sello


de la cera mortal, obra con tino,


mas no distingue de uno al otro albergue.


Por eso ya en el vientre se apartaron


Esaú de Jacob; y de un vil padre


nació Quirino, a Marte atribuido.


La natura engendrada haría siempre


su camino al igual que la engendrante,


si el divino poder no la venciese.


Ahora tienes delante lo de atrás:


mas por que sepas que de ti me gozo,


quiero añadirte aún un corolario.


Si la naturaleza encuentra un hado


adverso, como todas las simientes


fuera de su región, da malos frutos.


Y si el mundo de abajo se atuviera


al fundamento que natura pone,


siguiendo a éste habría gente buena.


Mas vosotros hacéis un religioso


de quien nació para ceñir espada,


y hacéis rey del que gusta de sermones;


y así pues vuestra ruta se extravía.»

domingo, 30 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto IX

CANTO IX


El color que sacó a mi cara el miedo


cuando vi que mi guía se tornaba,


lo quitó de la suya con presteza.


Atento se paró como escuchando,


pues no podía atravesar la vista


el aire negro y la neblina densa.


«Deberemos vencer en esta lucha


comenzó él si no... Es la promesa.


¡Cuánto tarda en llegar quien esperamos.»


Y me di cuenta de que me ocultaba


lo del principio con lo que siguió,


pues palabras distintas fueron éstas;


pero no menos miedo me causaron,

porque pensaba que su frase trunca

tal vez peor sentido contuviese.


« ¿En este fondo de la triste hoya


bajó algún otro, desde el purgatorio


donde es pena la falta de esperanza?»


Esta pregunta le hice y: «Raramente


él respondió sucede que otro alguno


haga el camino por el que yo ando.


Verdad es que otra vez estuve aquí,


por la cruel Eritone conjurado,


que a sus cuerpos las almas reclamaba.


De mí recién desnuda era mi sombrío,

cuando ella me hizo entrar tras de aquel muro,

a traer un alma del pozo de Judas.


Aquel es el más bajo, el más sombrío,


y el lugar de los cielos más lejano;


bien sé el camino, puedes ir sin miedo.


Este pantano que gran peste exhala


en torno ciñe la ciudad doliente,


donde entrar no podemos ya sin ira.»


Dijo algo más, pero no lo recuerdo,


porque mi vista se había fijado


en la alta torre de cima ardorosa,


donde al punto de pronto aparecieron


tres sanguinosas furias infernales


que cuerpo y porte de mujer tenían,


se ceñían con serpientes verdes;


su pelo eran culebras y cerastas


con que peinaban sus horribles sienes:


Y él que bien conocía a las esclavas


de la reina del llanto sempiterno


Las Feroces Erinias dijo mira:


Meguera es esa del izquierdo lado,


esa que llora al derecho es Aleto;


Tesfone está en medio.» Y más no dijo.


Con las uñas el pecho se rasgaban,


y se azotaban, gritando tan alto,


que me estreché al poeta, temeroso.


«Ah, que venga Medusa a hacerle piedra


las tres decían mientras me miraban¬-


malo fue el no vengarnos de Teseo.»


«Date la vuelta y cierra bien los ojos;


si viniera Gorgona y la mirases


nunca podrías regresar arriba.»


Así dijo el Maestro, y en persona


me volvió, sin fiarse de mis manos,


que con las suyas aún no me tapase.


Vosotros que tenéis la mente sana,


observad la doctrina que se esconde


bajo el velo de versos enigmáticos.


Mas ya venía por las turbias olas


el estruendo de un son de espanto lleno,


por lo que retemblaron ambas márgenes;


hecho de forma semejante a un viento


que, impetuoso a causa de contrarios


ardores, hiere el bosque y, sin descanso,


las ramas troncha, abate y lejos lleva;


delante polvoroso va soberbio,


y hace escapar a fieras y a pastores.


Me destapó los ojos: «Lleva el nervio


de la vista por esa espuma antigua,


hacia allí donde el humo es más acerbo.»


Como las ranas ante la enemiga


bicha, en el agua se sumergen todas,


hasta que todas se juntan en tierra,


más de un millar de almas destruidas


vi que huían ante uno, que a su paso


cruzaba Estigia con los pies enjutos.


Del rostro se apartaba el aire espeso


de vez en cuando con la mano izquierda;


y sólo esa molestia le cansaba.


Bien noté que del cielo era enviado,


y me volví al maestro que hizo un signo


de que estuviera quieto y me inclinase.


¡Cuán lleno de desdén me parecía!


Llegó a la puerta, y con una varita


la abrió sin encontrar impedimento.


«¡Oh, arrojados del cielo, despreciados!

gritóles él desde el umbral horrible .

¿Cómo es que aún conserváis esta arrogancia? 


¿Y por que os resistis a aquel deseo


cuyo fin nunca pueda detenerse,


y que más veces acreció el castigo?


¿De qué sirve al destino dar de coces?


Vuestro Cerbero, si bien recordáis,


aún hocico y mentón lleva pelados.»


Luego tomó el camino cenagoso,


sin decirnos palabra, mas con cara


de a quien otro cuidado apremia y muerde,


y no el de aquellos que tiene delante.


A la ciudad los pasos dirigimos,


seguros ya tras sus palabras santas.


Dentro, sin guerra alguna, penetramos;


y yo, que de mirar estaba ansioso


todas las cosas que el castillo encierra,


al estar dentro miro en torno mío;


y veo en todas partes un gran campo,


lleno de pena y reo de tormentos.


Como en Arlés donde se estanca el Ródano,


o como el Pola cerca del Carnaro,


que Italia cierra y sus límites baña,


todo el sitio ondulado hacen las tumbas,


de igual manera allí por todas partes,


salvo que de manera aún más amarga,


pues llamaradas hay entre las fosas;


y tanto ardían que en ninguna fragua,


el hierro necesita tanto fuego.


Sus lápidas estaban removidas,


y salían de allí tales lamentos,


que parecían de almas condenadas.


Y yo: « Maestro, qué gentes son esas


que, sepultadas dentro de esas tumbas,


se hacen oír con dolientes suspiros?»


Y dijo: «Están aquí los heresiarcas,


sus secuaces, de toda secta, y llenas


están las tumbas más de lo que piensas.


El igual con su igual está enterrado,


y los túmulos arden más o menos


Y luego de volverse a la derecha,


cruzamos entre fosas y altos muros.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...