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miércoles, 2 de septiembre de 2020

Castellano, purgatorio, canto X

CANTO X


Y al cruzar el umbral de aquella puerta


que el mal amor del alma hace tan rara,


pues que finge derecho el mal camino,


resonando sentí que la cerraban;


y si la vista hubiese vuelto a ella,


¿con qué excusara falta semejante?


Ascendimos por una piedra hendida,

que se movía de uno y de otro lado

como la ola que huye y se aleja.


«Aquí es preciso usar de la destreza


dijo mi guía y que nos acerquemos


aquí y allá del lado que se aparta.»


Y esto nos hizo retardar el paso,


tanto que antes el resto de la luna


volvió a su lecho para cobijarse,


que aquel desfiladero abandonásemos;


mas al estar ya libres y a lo abierto,


donde el monte hacia atrás se replegaba,


cansado yo, y los dos sobre la ruta


inciertos, nos paramos en un sitio


más solo que un camino en el desierto.


Desde el borde que cae sobre el vacío,


al pie del alto farallón que asciende,


tres veces mediría el cuerpo humano;


y hasta donde alcanzaba con los ojos,


por el derecho y el izquierdo lado,


esa cornisa igual me parecía.


Nuestros pies no se habían aún movido


cuando noté que la pared aquella,


que no daba derecho de subida,


era de mármol blanco y adornado


con relieves, que no ya a Policleto,


a la naturaleza vencerían.


El ángel que a la tierra trajo anuncio


de aquella paz llorada tantos años,


que abrió los cielos tras veto tan largo,


tan verdadero se nos presentaba


aquí esculpido en gesto tan suave,


que imagen muda no nos parecía.


Jurado habría que él decía: «¡Ave!»


porque representada estaba aquella


que tiene llave del amor supremo;


e impresas en su gesto estas palabras


“Ecce ancilla Dei”, del modo


con que en cera se imprime una figura.


«En un lugar tan sólo no te fijes


dijo el dulce maestro, que en el lado

donde se tiene el corazón me puso.


Por lo que yo volví la vista, y vi


tras de María, por aquella parte


donde se hallaba quien me dirigía,


otra historia en la roca figurada;


y me acerqué, cruzando ante Virgilio,


para verla mejor ante mis ojos.


Allí en el mismo mármol esculpido


estaban carro y bueyes con el arca


que hace temible el no mandado oficio.


Delante había gente; y toda ella


en siete coros, que mis dos sentidos


uno decía: «No», y otro: «Sí canta.»


Y al igual con el humo del incienso


representado, la nariz y el ojo


entre el no y entre el sí tuvieron pugna.


Ante el bendito vaso daba brincos


el humilde salmista arremangado,


más y menos que rey en ese instante.


Frente a él, figurada en la azotea,


de un gran palacio, Micol se asombraba


como mujer despreciativa y triste.


Moví los pies del sitio en donde estaba,


para ver otra historia más de cerca,


que detrás de Micol resplandecía.


Aquí estaba historiada la alta gloria


del principe romano, a quien Gregorio


hizo por sus virtudes victorioso;


hablo de aquel emperador Trajano;


y de una viuda que cogióle el freno,


de dolor traspasada y de sollozos.


Había en torno a él gran muchedumbre


de caballeros, y las águilas áureas


sobre ellos se movían con el viento.


La pobrecilla entre todos aquellos


parecía decir: «Dame venganza,


señor, de mi hijo muerto, que me aflige.»


Y él que le contestaba: «Aguarda ahora


a mi regreso»; y ella: « Señor mío

como alguien del dolor impacientado ,


¿y si no vuelves?» y él: «Quien en mi puesto


esté, lo hará»; y ella: « El bien que otro haga


¿qué te importa si el tuyo has olvidado?»


Por lo cual él: «Consuélate; es preciso


que cumpla mi deber antes de irme:


la piedad y justicia me retienen.»


Aquel que nunca ha visto cosas nuevas


fue quien produjo aquel hablar visible,

nuevo a nosotros pues que aquí no se halla.


Mientras yo me gozaba contemplando


los simulacros de humildad tan grande,


más gratos aún de ver por su artesano,


«Por acá vienen, mas con lentos pasos


murmuraba el poeta muchas gentes:


éstas podrán llevamos más arriba.»


Mis ojos, que en mirar se complacían


por ver lá novedad que deseaban,


en volverse hacia él no fueron lentos.


Mas no quiero lector desanimarte


de tus buenos propósitos si escuchas


cómo desea Dios cobrar las deudas.


No atiendas a la forma del martirio:


piensa en lo que vendrá; y que en el peor caso,

de quien saldrá la mariposa angélica


que a la justicia sin reparos vuela?


¿de qué se ensorberbecen vuestras almas,


si cual insectos sois defectuosos,


gusanos que no llegan a formarse?


Como por sustentar suelo o tejado,


por ménsulas a veces hay figuras


cuyas rodillas llegan hasta el pecho,


que sin ser de verdad causan angustia


verdadera en aquellos que las miran;


así los vi al mirarles más atento.


Cierto que más o menos contraídas,


según el peso que portando estaban;


y aún aquel más paciente parecía


decir llorando: «Ya no lo resisto.»

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...