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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XIII

CANTO XIII


Neso no había aún vuelto al otro lado,


cuando entramos nosotros por un bosque


al que ningún sendero señalaba.


No era verde su fronda, sino oscura;


ni sus ramas derechas, mas torcidas;


sin frutas, mas con púas venenosas.


Tan tupidos, tan ásperos matojos


no conocen las fieras que aborrecen


entre Corneto y Cécina los campos.


Hacen allí su nido las arpías,


que de Estrófane echaron al Troyano


con triste anuncio de futuras cuitas.


Alas muy grandes, cuello y rostro humanos


y garras tienen, y el vientre con plumas;


en árboles tan raros se lamentan.


Y el buen Maestro: «Antes de adentrarte,


sabrás que este recinto es el segundo


me comenzó a decir y estarás hasta


que puedas ver el horrible arenal;


mas mira atentamente; así verás


cosas que si te digo no creerías.»


Yo escuchaba por todas partes ayes,


y no vela a nadie que los diese,


por lo que me detuve muy asustado.


Yo creí que él creyó que yo creía


que tanta voz salía del follaje,


de gente que a nosotros se ocultaba.


Y por ello me dijo: «Si tronchases


cualquier manojo de una de estas plantas,


tus pensamientos también romperias.»


Entonces extendí un poco la mano,


y corté una ramita a un gran endrino;


y su tronco gritó: «¿Por qué me hieres?


Y haciéndose después de sangre oscuro


volvió a decir: «Por qué así me desgarras?


¿es que no tienes compasión alguna?


Hombres fuimos, y ahora matorrales;


más piadosa debiera ser tu mano,


aunque fuéramos almas de serpientes.»


Como. una astilla verde que encendida


por un lado, gotea por el otro,


y chirría el vapor que sale de ella,


así del roto esqueje salen juntas


sangre y palabras: y dejé la rama


caer y me quedé como quien teme.


«Si él hubiese creído de antemano


le respondió mi sabio , ánima herida,


aquello que en mis rimas ha leído,


no hubiera puesto sobre ti la mano:


mas me ha llevado la increible cosa

a inducirle a hacer algo que me pesa:


mas dile quién has sido, y de este modo


algún aumento renueve tu fama


alli en el mundo, al que volver él puede.»


Y el tronco: «Son tan dulces tus lisonjas


que no puedo callar; y no os moleste


si en hablaros un poco me entretengo:


Yo soy aquel que tuvo las dos llaves


que el corazón de Federico abrían


y cerraban, de forma tan suave,


que a casi todos les negó el secreto;


tanta fidelidad puse en servirle


que mis noches y días perdí en ello.


La meretriz que jamás del palacio


del César quita la mirada impúdica,


muerte común y vicio de las cortes,


encendió a todos en mi contra; y tanto


encendieron a Augusto esos incendios


que el gozo y el honor trocóse en lutos;


mi ánimo, al sentirse despreciado,


creyendo con morir huir del desprecio,


culpable me hizo contra mí inocente.


Por las raras raíces de este leño,


os juro que jamás rompí la fe


a mi señor, que fue de honor tan digno.


Y si uno de los dos regresa al mundo,


rehabilite el recuerdo que se duele


aún de ese golpe que asesta la envidia.»


Paró un poco, y después: «Ya que se calla,


no pierdas tiempo díjome el poeta -


habla y pregúntale si más deseas.»


Yo respondí: «Pregúntale tú entonces


lo que tú pienses que pueda gustarme;


pues, con tanta aflicción, yo no podría.»


Y así volvió a empezar: «Para que te haga


de buena gana aquello que pediste,


encarcelado espíritu, aún te plazca


decirnos cómo el alma se encadena


en estos troncos; dinos, si es que puedes,

si alguna se despega de estos miembros.»


Sopló entonces el tronco fuertemente


trocándose aquel viento en estas voces:


«Brevemente yo quiero responderos;


cuando un alma feroz ha abandonado


el cuerpo que ella misma ha desunido


Minos la manda a la séptima fosa.


Cae a la selva en parte no elegida;


mas donde la fortuna la dispara,


como un grano de espelta allí germina;


surge en retoño y en planta silvestre:


y al converse sus hojas las Arpías,


dolor le causan y al dolor ventana.


Como las otras, por nuestros despojos,


vendremos, sin que vistan a ninguna;


pues no es justo tener lo que se tira.


A rastras los traeremos, y en la triste


selva serán los cuerpos suspendidos,


del endrino en que sufre cada sombra.»


Aún pendientes estábamos del tronco


creyendo que quisiera más contarnos,


cuando de un ruido fuimos sorprendidos,


Igual que aquel que venir desde el puesto


escucha al jabalí y a la jauría


y oye a las bestias y un ruido de frondas;


Y miro a dos que vienen por la izquierda,


desnudos y arañados, que en la huida,


de la selva rompían toda mata.


Y el de delante: «¡Acude, acude, muerte!»


Y el otro, que más lento parecía,


gritaba: «Lano, no fueron tan raudas


en la batalla de Toppo tus piernas.»

Y cuando ya el aliento le faltaba,


de él mismo y de un arbusto formó un nudo.


La selva estaba llena detrás de ellos


de negros canes, corriendo y ladrando


cual lebreles soltados de traílla.


El diente echaron al que estaba oculto

y lo despedazaron trozo a trozo;

luego llevaron los miembros dolientes.


Cogióme entonces de la mano el guía,


y me llevó al arbusto que lloraba,


por los sangrantes rotos, vanamente.


Decía: «Oh Giácomo de Sant' Andrea,


¿qué te ha valido de mí hacer refugio?


¿qué culpa tengo de tu mala vida?»


Cuando el maestro se paró a su lado,


dijo: «¿Quién fuiste, que por tantas puntas


con sangre exhalas tu habla dolorosa?»


Y él a nosotros: «Oh almas que llegadas


sois a mirar el vergonzoso estrago,


que mis frondas así me ha desunido,


recogedlas al pie del triste arbusto.


Yo fui de la ciudad que en el Bautista


cambió el primer patrón: el cual, por esto


con sus artes por siempre la hará triste;


y de no ser porque en el puente de Arno


aún permanece de él algún vestigio,


esas gentes que la reedificaron


sobre las ruinas que Atila dejó,


habrían trabajado vanamente.


Yo de mi casa hice mi cadalso.»


miércoles, 19 de agosto de 2020

Inferno, Canto XV

CANTO XV

[Canto XV, ove tratta di quello medesimo girone e di quello medesimo cerchio; e qui sono puniti coloro che fanno forza ne la deitade, spregiando natura e sua bontade, sì come sono li soddomiti.]

Ora cen porta l'un de' duri margini;

e 'l fummo del ruscel di sopra aduggia,

sì che dal foco salva l'acqua e li argini.

Quali Fiamminghi tra Guizzante e Bruggia,

temendo 'l fiotto che 'nver' lor s'avventa,

fanno lo schermo perché 'l mar si fuggia;

e quali Padoan lungo la Brenta,

per difender lor ville e lor castelli,

anzi che Carentana il caldo senta:

a tale imagine eran fatti quelli,

tutto che né sì alti né sì grossi,

qual che si fosse, lo maestro félli.

Già eravam da la selva rimossi

tanto, ch'i' non avrei visto dov' era,

perch' io in dietro rivolto mi fossi,

quando incontrammo d'anime una schiera

che venian lungo l'argine, e ciascuna

ci riguardava come suol da sera

guardare uno altro sotto nuova luna;

e sì ver' noi aguzzavan le ciglia

come 'l vecchio sartor fa ne la cruna.

Così adocchiato da cotal famiglia,

fui conosciuto da un, che mi prese

per lo lembo e gridò: «Qual maraviglia!».

E io, quando 'l suo braccio a me distese,

ficcaï li occhi per lo cotto aspetto,

sì che 'l viso abbrusciato non difese

la conoscenza süa al mio 'ntelletto;

e chinando la mano a la sua faccia,

rispuosi: «Siete voi qui, ser Brunetto?».

E quelli: «O figliuol mio, non ti dispiaccia

se Brunetto Latino un poco teco

ritorna 'n dietro e lascia andar la traccia».

I' dissi lui: «Quanto posso, ven preco;

e se volete che con voi m'asseggia,

faròl, se piace a costui che vo seco».

«O figliuol», disse, «qual di questa greggia

s'arresta punto, giace poi cent' anni

sanz' arrostarsi quando 'l foco il feggia.

Però va oltre: i' ti verrò a' panni;

e poi rigiugnerò la mia masnada,

che va piangendo i suoi etterni danni».

Io non osava scender de la strada

per andar par di lui; ma 'l capo chino

tenea com' uom che reverente vada.

El cominciò: «Qual fortuna o destino

anzi l'ultimo dì qua giù ti mena?

e chi è questi che mostra 'l cammino?».

«Là sù di sopra, in la vita serena»,

rispuos' io lui, «mi smarri' in una valle,

avanti che l'età mia fosse piena.

Pur ier mattina le volsi le spalle:

questi m'apparve, tornand' ïo in quella,

e reducemi a ca per questo calle».

Ed elli a me: «Se tu segui tua stella,

non puoi fallire a glorïoso porto,

se ben m'accorsi ne la vita bella;

e s'io non fossi sì per tempo morto,

veggendo il cielo a te così benigno,

dato t'avrei a l'opera conforto.

Ma quello ingrato popolo maligno

che discese di Fiesole ab antico,

e tiene ancor del monte e del macigno,

ti si farà, per tuo ben far, nimico;

ed è ragion, ché tra li lazzi sorbi

si disconvien fruttare al dolce fico.

Vecchia fama nel mondo li chiama orbi;

gent' è avara, invidiosa e superba:

dai lor costumi fa che tu ti forbi.

La tua fortuna tanto onor ti serba,

che l'una parte e l'altra avranno fame

di te; ma lungi fia dal becco l'erba.

Faccian le bestie fiesolane strame

di lor medesme, e non tocchin la pianta,

s'alcuna surge ancora in lor letame,

in cui riviva la sementa santa

di que' Roman che vi rimaser quando

fu fatto il nido di malizia tanta».

«Se fosse tutto pieno il mio dimando»,

rispuos' io lui, «voi non sareste ancora

de l'umana natura posto in bando;

ché 'n la mente m'è fitta, e or m'accora,

la cara e buona imagine paterna

di voi quando nel mondo ad ora ad ora

m'insegnavate come l'uom s'etterna:

e quant' io l'abbia in grado, mentr' io vivo

convien che ne la mia lingua si scerna.

Ciò che narrate di mio corso scrivo,

e serbolo a chiosar con altro testo

a donna che saprà, s'a lei arrivo.

Tanto vogl' io che vi sia manifesto,

pur che mia coscïenza non mi garra,

ch'a la Fortuna, come vuol, son presto.

Non è nuova a li orecchi miei tal arra:

però giri Fortuna la sua rota

come le piace, e 'l villan la sua marra».

Lo mio maestro allora in su la gota

destra si volse in dietro e riguardommi;

poi disse: «Bene ascolta chi la nota».

Né per tanto di men parlando vommi

con ser Brunetto, e dimando chi sono

li suoi compagni più noti e più sommi.

Ed elli a me: «Saper d'alcuno è buono;

de li altri fia laudabile tacerci,

ché 'l tempo saria corto a tanto suono.

In somma sappi che tutti fur cherci

e litterati grandi e di gran fama,

d'un peccato medesmo al mondo lerci.

Priscian sen va con quella turba grama,

e Francesco d'Accorso anche; e vedervi,

s'avessi avuto di tal tigna brama,

colui potei che dal servo de' servi

fu trasmutato d'Arno in Bacchiglione,

dove lasciò li mal protesi nervi.

Di più direi; ma 'l venire e 'l sermone

più lungo esser non può, però ch'i'

veggio là surger nuovo fummo del sabbione.

Gente vien con la quale esser non deggio.

Sieti raccomandato il mio Tesoro,

nel qual io vivo ancora, e più non cheggio».

Poi si rivolse, e parve di coloro

che corrono a Verona il drappo verde

per la campagna; e parve di costoro

quelli che vince, non colui che perde.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...