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miércoles, 14 de octubre de 2020

VIII. OPPOSTE VICENDE DELLA VITA PUBBLICA DI DANTE

VIII.


OPPOSTE VICENDE DELLA VITA PUBBLICA DI DANTE


Natura generale è delle cose temporali, l'una l'altra tirarsi di dietro. La familiar cura trasse Dante alla publica, nella quale tanto l'avvilupparono li vani onori che alli publici ofici congiunti sono, che, senza guardare donde s'era partito e dove andava con abbandonate redine, quasi tutto al governo di quella si diede; e fugli tanto in ciò la fortuna seconda, che niuna legazion s'ascoltava, a niuna si rispondea, niuna legge si fermava, niuna se ne abrogava, niuna pace si faceva, niuna guerra publica s'imprendeva, e brievemente niuna diliberazione, la quale alcuno pondo portasse, si pigliava, s'egli in ciò non dicesse prima la sua sentenzia. In lui tutta la publica fede, in lui ogni speranza, in lui sommariamente le divine cose e l'umane parevano esser fermate. Ma la Fortuna, volgitrice de' nostri consigli e inimica d'ogni umano stato, comeché per alquanti anni nel colmo della sua rota gloriosamente reggendo il tenesse, assai diverso fine al principio recò a lui, in lei fidantesi di soperchio.

lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XV

CANTO XV


Caminamos por uno de los bordes,


y tan denso es el humo del arroyo,


que del fuego protege agua y orillas.


Tal los flamencos entre Gante y Brujas,


temiendo el viento que en invierno sopla,


a fin de que huya el mar hacen sus diques;


y como junto al Brenta los paduanos


por defender sus villas y castillos,


antes que Chiarentana el calor sienta;


de igual manera estaban hechos éstos,


sólo que ni tan altos ni tan gruesos,


fuese el que fuese quien los construyera.


Ya estábamos tan lejos de la selva


que no podría ver dónde me hallaba,


aunque hacia atrás yo me diera la vuelta,


cuando encontramos un tropel de almas


que andaban junto al dique, y todas ellas


nos miraban cual suele por la noche


mirarse el uno al otro en luna nueva;


y para vernos fruncían las cejas


como hace el sastre viejo con la aguja.


Examinado así por tal familia,


de uno fui conocido, que agarró


mi túnica y gritó: «¡Qué maravilla!»


y yo, al verme cogido por su mano


fijé la vista en su quemado rostro,


para que, aun abrasado, no impidiera,


su reconocimiento a mi memoria;


e inclinando la mía hacia su cara


respondí: «¿Estáis aquí, señor Brunetto?»


«Hijo, no te disguste me repuso-


si Brunetto Latino deja un rato


a su grupo y contigo se detiene.»


Y yo le dije: «Os lo pido gustoso;


y si queréis que yo, con vos me pare,


lo haré si place a aquel con el que ando.»


«Hijo repuso , aquel de este rebaño


que se para, después cien años yace,


sin defenderse cuando el fuego quema.


Camina pues: yo marcharé a tu lado;


y alcanzaré más tarde a mi mesnada,


que va llorando sus eternos males.»


Yo no osaba bajarme del camino


y andar con él; mas gacha la cabeza


tenía como el hombre reverente.


Él comenzó: «¿Qué fortuna o destino

antes de postrer día aquí te trae?

¿y quién es éste que muestra el camino?»


Y yo: «Allá arriba, en la vida serena


le respondí me perdí por un valle,


antes de que mi edad fuese perfecta.


Lo dejé atrás ayer por la mañana;


éste se apareció cuando a él volvía,


y me lleva al hogar por esta ruta.»


Y él me repuso: «Si sigues tu estrella


glorioso puerto alcanzarás sin falta,


si de la vida hermosa bien me acuerdo;


y si no hubiese muerto tan temprano,


viendo que el cielo te es tan favorable,


dado te habría ayuda en la tarea.


Mas aquel pueblo ingrato y malicioso


que desciende de Fiesole de antiguo,


y aún tiene en él del monte y del peñasco,


si obras bien ha de hacerse tu contrario:


y es con razón, que entre ásperos serbales


no debe madurar el dulce higo.


Vieja fama en el mundo llama ciegos,


gente es avara, envidiosa y soberbia:


líbrate siempre tú de sus costumbres.


Tanto honor tu fortuna te reserva,


que la una parte y la otra tendrán hambre


de ti; mas lejos pon del chivo el pasto.


Las bestias fiesolanas se apacienten


de ellas mismas, y no toquen la planta,


si alguna surge aún entre su estiércol,


en que reviva la simiente santa


de los romanos que quedaron, cuando


hecho fue el nido de tan gran malicia.»


«Si pudiera cumplirse mi deseo


aún no estaríais vos le repliqué-


de la humana natura separado;


que en mi mente está fija y aún me apena,


querida y buena, la paterna imagen


vuestra, cuando en el mundo hora tras hora


me enseñabais que el hombre se hace eterno;

y cuánto os lo agradezco, mientras viva,

conviene que en mi lengua se proclame.


Lo que narráis de mi carrera escribo,


para hacerlo glosar, junto a otro texto,


si hasta ella llego, a la mujer que sabe.


Sólo quiero que os sea manifiesto


que, con estar tranquila mi conciencia,


me doy, sea cual sea, a la Fortuna.


No es nuevo a mis oídos tal augurio:


mas la Fortuna hace girar su rueda


como gusta, y el labrador su azada.»


Entonces mi maestro la mejilla


derecha volvió atrás, y me miró;


dijo después: «Bien oye el precavido.»


Pero yo no dejé de hablar por eso


con ser Brunetto, y pregunto quién son


sus compañeros de más alta fama.


Y él me dijo: «Saber de alguno es bueno;


de los demás será mejor que calle,


que a tantos como son el tiempo es corto.


Sabe, en suma, que todos fueron clérigos


y literatos grandes y famosos,


al mundo sucios de un igual pecado.


Prisciano va con esa turba mísera,


y Francesco D'Accorso; y ver con éste,


si de tal tiña tuvieses deseo,


podrás a quien el Siervo de los Siervos


hizo mudar del Arno al Bachiglión,


donde dejó los nervios mal usados.


De otros diría, mas charla y camino


no pueden alargarse, pues ya veo


surgir del arenal un nuevo humo.


Gente viene con la que estar no debo:


mi “Tesoro” te dejo encomendado,


en el que vivo aún, y más no digo.»


Luego se fue, y parecía de aquellos


que el verde lienzo corren en Verona


por el campo; y entre éstos parecía


de los que ganan, no de los que pierden.


sábado, 22 de agosto de 2020

Purgatorio, Canto XIX

CANTO XIX

[Canto XIX, ove tratta de la essenza del quinto girone e qui si purga la colpa de l'avarizia; dove nomina papa Adriano nato di Genova de' conti da Lavagna.]

Ne l'ora che non può 'l calor dïurno

intepidar più 'l freddo de la luna,

vinto da terra, e talor da Saturno

quando i geomanti lor Maggior Fortuna

veggiono in orïente, innanzi a l'alba,

surger per via che poco le sta bruna -,

mi venne in sogno una femmina balba,

ne li occhi guercia, e sovra i piè distorta,

con le man monche, e di colore scialba.

Io la mirava; e come 'l sol conforta

le fredde membra che la notte aggrava,

così lo sguardo mio le facea scorta

la lingua, e poscia tutta la drizzava

in poco d'ora, e lo smarrito volto,

com' amor vuol, così le colorava.

Poi ch'ell' avea 'l parlar così disciolto,

cominciava a cantar sì, che con pena

da lei avrei mio intento rivolto.

«Io son», cantava, «io son dolce serena,

che ' marinari in mezzo mar dismago;

tanto son di piacere a sentir piena!

Io volsi Ulisse del suo cammin vago

al canto mio; e qual meco s'ausa,

rado sen parte; sì tutto l'appago!».

Ancor non era sua bocca richiusa,

quand' una donna apparve santa e presta

lunghesso me per far colei confusa.

«O Virgilio, Virgilio, chi è questa?»,

fieramente dicea; ed el venìa

con li occhi fitti pur in quella onesta.

L'altra prendea, e dinanzi l'apria

fendendo i drappi, e mostravami 'l ventre;

quel mi svegliò col puzzo che n'uscia.

Io mossi li occhi, e 'l buon maestro:

«Almen tre voci t'ho messe!», dicea,

«Surgi e vieni; troviam l'aperta per la qual tu entre».

Sù mi levai, e tutti eran già pieni

de l'alto dì i giron del sacro monte,

e andavam col sol novo a le reni.

Seguendo lui, portava la mia fronte

come colui che l'ha di pensier carca,

che fa di sé un mezzo arco di ponte;

quand' io udi' «Venite; qui si varca»

parlare in modo soave e benigno,

qual non si sente in questa mortal marca.

Con l'ali aperte, che parean di cigno,

volseci in sù colui che sì parlonne

tra due pareti del duro macigno.

Mosse le penne poi e ventilonne,

'Qui lugent' affermando esser beati,

ch'avran di consolar l'anime donne.

«Che hai che pur inver' la terra guati?»,

la guida mia incominciò a dirmi,

poco amendue da l'angel sormontati.

E io: «Con tanta sospeccion fa irmi

novella visïon ch'a sé mi piega,

sì ch'io non posso dal pensar partirmi».

«Vedesti», disse, «quell'antica strega

che sola sovr' a noi omai si piagne;

vedesti come l'uom da lei si slega.

Bastiti, e batti a terra le calcagne;

li occhi rivolgi al logoro che gira

lo rege etterno con le rote magne».

Quale 'l falcon, che prima a' pié si mira,

indi si volge al grido e si protende

per lo disio del pasto che là il tira,

tal mi fec' io; e tal, quanto si fende

la roccia per dar via a chi va suso,

n'andai infin dove 'l cerchiar si prende.

Com' io nel quinto giro fui dischiuso,

vidi gente per esso che piangea,

giacendo a terra tutta volta in giuso.

'Adhaesit pavimento anima mea'

sentia dir lor con sì alti sospiri,

che la parola a pena s'intendea.

«O eletti di Dio, li cui soffriri

e giustizia e speranza fa men duri,

drizzate noi verso li alti saliri».

«Se voi venite dal giacer sicuri,

e volete trovar la via più tosto,

le vostre destre sien sempre di fori».

Così pregò 'l poeta, e sì risposto

poco dinanzi a noi ne fu; per ch'io

nel parlare avvisai l'altro nascosto,

e volsi li occhi a li occhi al segnor mio:

ond' elli m'assentì con lieto cenno

ciò che chiedea la vista del disio.

Poi ch'io potei di me fare a mio senno,

trassimi sovra quella creatura

le cui parole pria notar mi fenno,

dicendo: «Spirto in cui pianger matura

quel sanza 'l quale a Dio tornar non pòssi,

sosta un poco per me tua maggior cura.

Chi fosti e perché vòlti avete i dossi

al sù, mi dì, e se vuo' ch'io t'impetri

cosa di là ond' io vivendo mossi».

Ed elli a me: «Perché i nostri diretri

rivolga il cielo a sé, saprai; ma prima

scias quod ego fui successor Petri.

Intra Sïestri e Chiaveri s'adima

una fiumana bella, e del suo nome

lo titol del mio sangue fa sua cima.

Un mese e poco più prova' io come

pesa il gran manto a chi dal fango il guarda,

che piuma sembran tutte l'altre some.

La mia conversïone, omè!, fu tarda;

ma, come fatto fui roman pastore,

così scopersi la vita bugiarda.

Vidi che lì non s'acquetava il core,

né più salir potiesi in quella vita;

per che di questa in me s'accese amore.

Fino a quel punto misera e partita

da Dio anima fui, del tutto avara;

or, come vedi, qui ne son punita.

Quel ch'avarizia fa, qui si dichiara

in purgazion de l'anime converse;

e nulla pena il monte ha più amara.

Sì come l'occhio nostro non s'aderse

in alto, fisso a le cose terrene,

così giustizia qui a terra il merse.

Come avarizia spense a ciascun bene

lo nostro amore, onde operar perdési,

così giustizia qui stretti ne tene,

ne' piedi e ne le man legati e presi;

e quanto fia piacer del giusto Sire,

tanto staremo immobili e distesi».

Io m'era inginocchiato e volea dire;

ma com' io cominciai ed el s'accorse,

solo ascoltando, del mio reverire,

«Qual cagion», disse, «in giù così ti torse?».

E io a lui: «Per vostra dignitate

mia coscïenza dritto mi rimorse».

«Drizza le gambe, lèvati sù, frate!»,

rispuose; «non errar: conservo sono

teco e con li altri ad una podestate.

Se mai quel santo evangelico suono

che dice 'Neque nubent' intendesti,

ben puoi veder perch' io così ragiono.

Vattene omai: non vo' che più t'arresti;

ché la tua stanza mio pianger disagia,

col qual maturo ciò che tu dicesti.

Nepote ho io di là c'ha nome Alagia,

buona da sé, pur che la nostra casa

non faccia lei per essempro malvagia;

e questa sola di là m'è rimasa».

martes, 18 de agosto de 2020

Inferno, Canto VII

CANTO VII

[Canto settimo, dove si dimostra del quarto cerchio de l'inferno e alquanto del quinto; qui pone la pena del peccato de l'avarizia e del vizio de la prodigalità; e del dimonio Pluto; e quello che è fortuna.]

«Pape Satàn, pape Satàn aleppe!»,

cominciò Pluto con la voce chioccia;

e quel savio gentil, che tutto seppe,

disse per confortarmi: «Non ti noccia

la tua paura; ché, poder ch'elli abbia,

non ci torrà lo scender questa roccia».

Poi si rivolse a quella 'nfiata labbia,

e disse: «Taci, maladetto lupo!

consuma dentro te con la tua rabbia.

Non è sanza cagion l'andare al cupo:

vuolsi ne l'alto, là dove Michele

fé la vendetta del superbo strupo».

Quali dal vento le gonfiate vele

caggiono avvolte, poi che l'alber fiacca,

tal cadde a terra la fiera crudele.

Così scendemmo ne la quarta lacca,

pigliando più de la dolente ripa

che 'l mal de l'universo tutto insacca.

Ahi giustizia di Dio! tante chi stipa

nove travaglie e pene quant' io viddi?

e perché nostra colpa sì ne scipa?

Come fa l'onda là sovra Cariddi,

che si frange con quella in cui s'intoppa,

così convien che qui la gente riddi.

Qui vid' i' gente più ch'altrove troppa,

e d'una parte e d'altra, con grand' urli,

voltando pesi per forza di poppa.

Percotëansi 'ncontro; e poscia pur lì si rivolgea ciascun, voltando a retro, gridando: «Perché tieni?» e «Perché burli?».

Così tornavan per lo cerchio tetro

da ogne mano a l'opposito punto,

gridandosi anche loro ontoso metro;

poi si volgea ciascun, quand' era giunto, per lo suo mezzo cerchio a l'altra giostra. E io, ch'avea lo cor quasi compunto,

dissi: «Maestro mio, or mi dimostra

che gente è questa, e se tutti fuor cherci

questi chercuti a la sinistra nostra».

Ed elli a me: «Tutti quanti fuor guerci

sì de la mente in la vita primaia,

che con misura nullo spendio ferci.

Assai la voce lor chiaro l'abbaia, quando vegnono a' due punti del cerchio dove colpa contraria li dispaia.

Questi fuor cherci, che non han coperchio piloso al capo, e papi e cardinali,

in cui usa avarizia il suo soperchio».

E io: «Maestro, tra questi cotali

dovre' io ben riconoscere alcuni

che furo immondi di cotesti mali».

Ed elli a me: «Vano pensiero aduni:

la sconoscente vita che i fé sozzi,

ad ogne conoscenza or li fa bruni.

In etterno verranno a li due cozzi:

questi resurgeranno del sepulcro

col pugno chiuso, e questi coi crin mozzi.

Mal dare e mal tener lo mondo pulcro

ha tolto loro, e posti a questa zuffa:

qual ella sia, parole non ci appulcro.

Or puoi, figliuol, veder la corta buffa

d'i ben che son commessi a la fortuna,

per che l'umana gente si rabuffa;

ché tutto l'oro ch'è sotto la luna

e che già fu, di quest' anime stanche

non poterebbe farne posare una».

«Maestro mio», diss' io, «or mi dì anche:

questa fortuna di che tu mi tocche,

che è, che i ben del mondo ha sì tra branche?».

E quelli a me: «Oh creature sciocche, quanta ignoranza è quella che v'offende!

Or vo' che tu mia sentenza ne 'mbocche.

Colui lo cui saver tutto trascende,

fece li cieli e diè lor chi conduce

sì, ch'ogne parte ad ogne parte splende,

distribuendo igualmente la luce.

Similemente a li splendor mondani

ordinò general ministra e duce

che permutasse a tempo li ben vani

di gente in gente e d'uno in altro sangue, oltre la difension d'i senni umani;

per ch'una gente impera e l'altra langue,

seguendo lo giudicio di costei,

che è occulto come in erba l'angue.

Vostro saver non ha contasto a lei:

questa provede, giudica, e persegue

suo regno come il loro li altri dèi.

Le sue permutazion non hanno triegue:

necessità la fa esser veloce;

sì spesso vien chi vicenda consegue.

Quest' è colei ch'è tanto posta in croce

pur da color che le dovrien dar lode,

dandole biasmo a torto e mala voce;

ma ella s'è beata e ciò non ode:

con l'altre prime creature lieta

volve sua spera e beata si gode.

Or discendiamo omai a maggior pieta;

già ogne stella cade che saliva

quand' io mi mossi, e 'l troppo star si vieta».

Noi ricidemmo il cerchio a l'altra riva

sovr' una fonte che bolle e riversa

per un fossato che da lei deriva.

L'acqua era buia assai più che persa;

e noi, in compagnia de l'onde bige,

intrammo giù per una via diversa.

In la palude va c'ha nome Stige

questo tristo ruscel, quand' è disceso

al piè de le maligne piagge grige.

E io, che di mirare stava inteso,

vidi genti fangose in quel pantano,

ignude tutte, con sembiante offeso.

Queste si percotean non pur con mano,

ma con la testa e col petto e coi piedi,

troncandosi co' denti a brano a brano.

Lo buon maestro disse: «Figlio, or vedi

l'anime di color cui vinse l'ira;

e anche vo' che tu per certo credi

che sotto l'acqua è gente che sospira,

e fanno pullular quest' acqua al summo,

come l'occhio ti dice, u' che s'aggira.

Fitti nel limo dicon: "Tristi fummo

ne l'aere dolce che dal sol s'allegra,

portando dentro accidïoso fummo:

or ci attristiam ne la belletta negra".

Quest' inno si gorgoglian ne la strozza,

ché dir nol posson con parola integra».

Così girammo de la lorda pozza

grand' arco, tra la ripa secca e 'l mézzo,

con li occhi vòlti a chi del fango ingozza.

Venimmo al piè d'una torre al da sezzo.

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