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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XXXIII

CANTO XXXIII


De la feroz comida alzó la boca


el pecador, limpiándola en los pelos


de la cabeza que detrás roía.


Luego empezó: «Tú quieres que renueve


el amargo dolor que me atenaza


sólo al pensarlo, antes que de ello hable.


Mas si han de ser simiente mis palabras


que dé frutos de infamia a este traidor


que muerdo, al par verás que lloro y hablo.


Ignoro yo quién seas y en qué forma


has llegado hasta aquí, mas de Florencia

de verdad me pareces al oírte.


Debes saber que fui el conde Ugolino


y este ha sido Ruggieri, el arzobispo;


por qué soy tal vecino he de contarte.


Que a causa de sus malos pensamientos,


y fiándome de él fui puesto preso


y luego muerto, no hay que relatarlo;


mas lo que haber oído no pudiste,


quiero decir, lo cruel que fue mi muerte,


escucharás: sabrás si me ha ofendido.


Un pequeño agujero de «la Muda»


que por mí ya se llama «La del Hambre»,


y que conviene que a otros aún encierre,


enseñado me había por su hueco


muchas lunas, cuando un mal sueño tuve


que me rasgó los velos del futuro.


Éste me apareció señor y dueño,


a la caza del lobo y los lobeznos


en el monte que a Pisa oculta Lucca.


Con perros flacos, sabios y amaestrados,


los Gualandis, Lanfrancos y Sismondis


al frente se encontraban bien dispuestos.


Tras de corta carrera vi rendidos


a los hijos y al padre, y con colmillos


agudos vi morderles los costados.


Cuando me desperté antes de la aurora,


llorar sentí en el sueño a mis hijitos


que estaban junto a mí, pidiendo pan.


Muy cruel serás si no te dueles de esto,


pensando lo que en mi alma se anunciaba:


y si no lloras, ¿de qué llorar sueles?


Se despertaron, y llegó la hora


en que solían darnos la comida,


y por su sueño cada cual dudaba.


Y oí clavar la entrada desde abajo


de la espantosa torre; y yo miraba


la cara a mis hijitos sin moverme.


Yo no lloraba, tan de piedra era;


lloraban ellos; y Anselmuccio dijo:


«Cómo nos miras, padre, ¿qué te pasa?»


Pero yo no lloré ni le repuse


en todo el día ni al llegar la noche,


hasta que un nuevo sol salía a mundo.


Como un pequeño rayo penetrase


en la penosa cárcel, y mirara


en cuatro rostros mi apariencia misma,


ambas manos de pena me mordía;


y al pensar que lo hacía yo por ganas


de comer, bruscamente levantaron,


diciendo: « Padre, menos nos doliera


si comes de nosotros; pues vestiste


estas míseras carnes, las despoja.»


Por más no entristecerlos me calmaba;


ese día y al otro nada hablamos:


Ay, dura tierra, ¿por qué no te abriste?


Cuando hubieron pasado cuatro días,


Gaddo se me arrojó a los pies tendido,


diciendo: «Padre, ¿por qué no me ayudas?»


Allí murió: y como me estás viendo,


vi morir a los tres uno por uno


al quinto y sexto día; y yo me daba


ya ciego, a andar a tientas sobre ellos.


Dos días les llamé aunque estaban muertos:


después más que el dolor pudo el ayuno.»


Cuando esto dijo, con torcidos ojos


volvió a morder la mísera cabeza,


y los huesos tan fuerte como un perro.


¡Ah Pisa, vituperio de las gentes


del hermoso país donde el «sí» suena!,


pues tardos al castigo tus vecinos,


muévanse la Gorgona y la Capraia,


y hagan presas allí en la hoz del Arno,


para anegar en ti a toda persona;


pues si al conde Ugolino se acusaba


por la traición que hizo a tus castillos,


no debiste a los hijos dar tormento.


Inocentes hacía la edad nueva,


nueva Tebas, a Uguiccion y al Brigada


y a los otros que el canto ya ha nombrado.»


A otro lado pasamos, y a otra gente


envolvía la helada con crudeza,


y no cabeza abajo sino arriba.


El llanto mismo el lloro no permite,

y la pena que encuentra el ojo lleno,

vuelve hacia atras, la angustia acrecentando; 


pues hacen muro las primeras lágrimas,


y así como viseras cristalinas,


llenan bajo las cejas todo el vaso.


Y sucedió que, aun como encallecido


por el gran frío cualquier sentimiento


hubiera abandonado ya mi rostro,


me parecía ya sentir un viento,


por lo que yo: «Maestro, ¿quién lo hace?,


¿No están extintos todos los vapores?»


Y él me repuso: «En breve será cuando


a esto darán tus ojos la respuesta,


viendo la causa que este soplo envía.»


Y un triste de esos de la fría costra


gritó: «Ah vosotras, almas tan crueles,


que el último lugar os ha tocado,


del rostro levantar mis duros velos,


que el dolor que me oprime expulsar pueda,


un poco antes que el llanto se congele.»


Y le dije: «Si quieres que te ayude,


dime quién eres, y si no te libro,


merezca yo ir al fondo de este hielo.»


Me respondió: «Yo soy fray Alberigo;


soy aquel de la fruta del mal huerto,


que por el higo el dátil he cambiado.»


«Oh, ¿ya estás muerto díjele yo entonces?


Y él repuso: «De cómo esté mi cuerpo


en el mundo, no tengo ciencia alguna.


Tal ventaja tiene esta Tolomea,


que muchas veces caen aquí las almas


antes de que sus dedos mueva Atropos;


y para que de grado tú me quites


las lágrimas vidriosas de mi rostro,

sabe que luego que el alma traiciona,


como yo hiciera, el cuerpo le es quitado


por un demonio que después la rige,


hasta que el tiempo suyo todo acabe.


Ella cae en cisterna semejante;


y es posible que arriba esté aún el cuerpo


de la sombra que aquí detrás inverna.


Tú lo debes saber, si ahora has venido:


que es Branca Doria, y ya han pasado muchos

años desde que fuera aquí encerrado.»


«Creo le dije yo que tú me engañas;


Branca Doria no ha muerto todavía,


y come y bebe y duerme y paños viste.»


«Al pozo él respondió de Malasgarras,


donde la pez rebulle pegajosa,


aún no había caído Miguel Zanque,


cuando éste le dejó al diablo un sitio


en su cuerpo, y el de un pariente suyo


que la traición junto con él hiciera.


Mas extiende por fin aquí la mano;


abre mis ojos.» Y no los abrí;


y cortesia fue el villano serle.


¡Ah genoveses, hombres tan distantes


de todo bien, de toda lacra llenos!,


¿por qué no sois del mundo desterrados?


Porque con la peor alma de Romaña


hallé a uno de vosotros, por sus obras


su espiritu bañando en el Cocito,


y aún en la tierra vivo con el cuerpo.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...