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lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XVI

CANTO XVI


Ya estaba donde el resonar se oía


del agua que caía al otro círculo,


como el que hace la abeja en la colmena;


cuando tres sombras juntas se salieron,


corriendo, de una turba que pasaba


bajo la lluvia de la áspera pena.


Hacia nosotros gritando venían:


«Detente quien parece por el traje


ser uno de la patria depravada.»


¡Ah, cuántas llagas vi en aquellos miembros,


viejas y nuevas, de la llama ardidas!


me siento aún dolorido al recordarlo.


A sus gritos mi guía se detuvo;


volvió el rostro hacia mí, y me dijo: « Espera,


pues hay que ser cortés con esta gente.


Y si no fuese por el crudo fuego


que este sitio asaetea, te diría


que te apresures tú mejor que ellos.»


Ellos, al detenernos, reemprendieron

su antiguo verso; y cuando ya llegaron,


hacen un corro de sí aquellos tres,


cual desnudos y untados campeones,


acechando a su presa y su ventaja,


antes de que se enzarcen entre ellos;


y con la cara vuelta, cada uno


me miraba de modo que al contrario


iba el cuello del pie continuamente.


«Si el horror de este suelo movedizo


vuelve nuestras plegarias despreciables


uno empezó y la faz negra y quemada,


nuestra fama a tu ánimo suplique


que nos digas quién eres, que los vivos


pies tan seguro en el infierno arrastras.


Éste, de quien me ves pisar las huellas,


aunque desnudo y sin pellejo vaya,


fue de un grado mayor de lo que piensas,


pues nieto fue de la bella Gualdrada;


se llamó Guido Guerra, y en su vida


mucho obró con su espada y con su juicio.


El otro, que tras mí la arena pisa,


es Tegghiaio Aldobrandi, cuya voz


en el mundo debiera agradecerse;


y yo, que en el suplicio voy con ellos,


Jacopo Rusticucci; y fiera esposa


más que otra cosa alguna me condena.»


Si hubiera estado a cubierto del fuego,


me hubiera ido detrás de ellos al punto,


y no creo que al guía le importase;


mas me hubiera abrasado, y de ese modo


venció el miedo al deseo que tenía,


pues de abrazarles yo me hallaba ansioso.


Luego empecé: «No desprecio, mas pena


en mi interior me causa vuestro estado,


y es tanta que no puedo desprenderla,


desde el momento en que mi guía dijo


palabras, por las cuales yo pensaba


que, como sois, se acercaba tal gente.


De vuestra tierra soy, y desde siempre

vuestras obras y nombres tan honrados,


con afecto he escuchado y retenido.


Dejo la hiel y voy al dulce fruto


que mi guía veraz me ha prometido,


pero antes tengo que llegar al centro.»


«Muy largamente el alma te conduzcan


todavía me dijo aquél tus miembros,


y resplandezca luego tu memoria,


di si el valor y cortesía aún se hallan


en nuestra patria tal como solían,


o si del todo han sido ya expulsados;


que Giuglielmo Borsiere, el cual se duele


desde hace poco en nuestro mismo grupo,


con sus palabras mucho nos aflige.»


«Las nuevas gentes, las ganancias súbitas,


orgullo y desmesura han generado,


en ti, Florencia, y de ello te lamentas.»


Así grité levantando la cara;


y los tres, que esto oyeron por respuesta,


se miraron como ante las verdades.


«Si en otras ocasiones no te cuesta


satisfacer a otros me dijeron ,


dichoso tú que dices lo que quieres.


Pero si sales de este mundo ciego


y vuelves a mirar los bellos astros,


cuando decir “estuve allí” te plazca,


háblale de nosotros a la gente.»


Rompieron luego el círculo y, huyendo,


alas sus raudas piernas parecían.


Un amén no podría haberse dicho


antes de que ellos se hubiesen perdido;


por lo que el guía quiso que partiésemos.


Yo iba detrás, y no avanzamos mucho


cuando el agua sonaba tan de cerca,


que apenas se escuchaban las palabras.


Como aquel río sigue su carrera


primero desde el Veso hacia el levante,


a la vertiente izquierda de Apenino,


que Acquaqueta se llama abajo, antes

de que en un hondo lecho se desplome,


y en Forlí ya ese nombre no conserva,


resuena allí sobre San Benedetto,


de la roca cayendo en la cascada


en donde mil debieran recibirle;


así en lo hondo de un despeñadero,


oímos resonar el agua roja,


que el oído ofendía al poco tiempo.


Yo llevaba una cuerda a la cintura


con la que alguna vez hube pensado


cazar la onza de la piel pintada.


Luego de haberme toda desceñido,


como mi guía lo había mandado,


se la entregué recogida en un rollo.


Entonces se volvió hacia la derecha


y, alejándose un trecho de la orilla,


la arrojó al fondo de la escarpadura.


«Alguna novedad ha de venirnos


pensaba para mí del nuevo signo,


que el maestro así busca con los ojos.»


iCuán cautos deberían ser los hombres


junto a aquellos que no sólo las obras,


mas por dentro el pensar también conocen!


«Pronto dijo verás sobradamente


lo que espero, y en lo que estás pensando:


pronto conviene que tú lo descubras.»


La verdad que parece una mentira


debe el hombre callarse mientras pueda,


porque sin tener culpa se avergüence:


pero callar no puedo; y por las notas,


lector, de esta Comedia, yo te juro,


así no estén de larga gracia llenas,


que vi por aquel oire oscuro y denso


venir nadando arriba una figura,


que asustaría el alma más valiente,


tal como vuelve aquel que va al fondo


a desprender el ancla que se agarra


a escollos y otras cosas que el mar cela,


que el cuerpo extiende y los pies se recoge.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...