Mostrando entradas con la etiqueta Antenora. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Antenora. Mostrar todas las entradas

lunes, 31 de agosto de 2020

La Divina Comedia, castellano, Canto XXXII

CANTO XXXII


Si rimas broncas y ásperas tuviese,


como merecería el agujero


sobre el que apoyan las restantes rocas


exprimiría el jugo de mi tema


más plenamente; mas como no tengo,


no sin miedo a contarlo me dispongo;


que no es empresa de tomar a juego


de todo el orbe describir el fondo,


ni de lengua que diga «mama» o «papa».


Mas a mi verso ayuden las mujeres


que a Anfión a cerrar Tebas ayudaron,


y del hecho el decir no sea diverso.


¡Oh sobre todas mal creada plebe,


que el sitio ocupas del que hablar es duro,


mejor serla ser cabras u ovejas!


Cuando estuvimos ya en el negro pozo,


de los pies del gigante aún más abajo,


y yo miraba aún la alta muralla,


oí decirme: «Mira dónde pisas:


anda sin dar patadas a la triste


cabeza de mi hermano desdichado.»


Por lo cual me volví, y vi por delante


y a mis plantas un lago que, del hielo,


de vidrio, y no de agua, tiene el rostro.


A su corriente no hace tan espeso


velo, en Austria, el Danubio en el invierno,


ni bajo el frío cielo allá el Tanais,


como era allí; porque si el Pietrapana


o el Tambernic, encima le cayese,


ni «crac» hubiese hecho por el golpe.


Y tal como croando está la rana,


fuera del agua el morro, cuando sueña


con frecuencia espigar la campesina,


lívidas, hasta el sitio en que aparece


la vergüenza, en el hielo había sombras,


castañeteando el diente cual cigüeñas.


Hacia abajo sus rostros se volvían:


el frío con la boca, y con los ojos


el triste corazón testimoniaban.


Después de haber ya visto un poco en torno,


miré, a mis pies, a dos tan estrechados,


que mezclados tenían sus cabellos.


«Decidme, los que así apretáis los pechos


les dije ¿Quiénes sois?» Y el cuello irguieron;

y al alzar la cabeza, chorrearon


sus ojos, que antes eran sólo blandos


por dentro, hasta los labios, y ató el hielo


las lágrimas entre ellos, encerrándolos.


Leño con leño grapa nunca une


tan fuerte; por lo que, como dos chivos,


los dos se golpearon iracundos.


Y uno, que sin orejas se encontraba


por la friura, con el rostro gacho,


dijo: «¿Por qué nos miras de ese modo?


Si saber quieres quién son estos dos,


el valle en que el Bisenzo se derrama


fue de Alberto, su padre, y de estos hijos.


De igual cuerpo salieron; y en Caína


podrás buscar, y no encontrarás sombra


más digna de estar puesta en este hielo;


no aquel a quien rompiera pecho y sombra,


por la mano de Arturo, un solo golpe;


no Focaccia; y no éste, que me tapa


con la cabeza y no me deja ver,


y fue llamado Sassol Mascheroni:


si eres toscano bien sabrás quién fue.


Y porque en más sermones no me metas,


sabe que fui Camincion dei Pazzi;


y espero que Carlino me haga bueno.»


Luego yo vi mil rostros por el frío


amoratados, y terror me viene,


y siempre me vendrá de aquellos hielos.


Y mientras que hacia el centro caminábamos,

en el que toda gravedad se aúna,


y yo en la eterna lobreguez temblaba,


si el azar o el destino o Dios lo quiso,


no sé; mas paseando entre cabezas,


golpeé con el pie el rostro de una.


Llorando me gritó: «¿Por qué me pisas?


Si a aumentar tú no vienes la venganza


de Monteaperti, ¿por qué me molestas?»


Y yo: «Maestro mío, espera un poco


pues quiero que me saque éste de dudas;


y luego me darás, si quieres, prisa.»


El guía se detuvo y dije a aquel


que blasfemaba aún muy duramente:

« ¿Quién eres tú que así reprendes a otros?» 


«Y tú ¿quién eres que por la Antenora


vas golpeando respondió los rostros,


de tal forma que, aun vivo, mucho fuera?»


«Yo estoy vivo, y acaso te convenga


fue mi respuesta , si es que quieres fama,


que yo ponga tu nombre entre los otros.»


Y él a mí: «Lo contrario desearía;


márchate ya de aquí y no me molestes,


que halagar sabes mal en esta gruta.»


Entonces le cogí por el cogote,


y dije: «Deberás decir tu nombre,


o quedarte sin pelo aquí debajo.»


Por lo que dijo: «Aunque me descabelles,


no te diré quién soy, ni he de decirlo,


aunque mil veces golpees mi cabeza.»


Ya enroscados tenía sus cabellos,


y ya más de un mechón le había arrancado,


mientras ladraba con la vista gacha,


cuando otro le gritó: «¿Qué tienes, Bocca?


¿No te basta sonar con las quijadas,


sino que ladras? ¿quién te da tormento?»


«Ahora le dije yo no quiero oírte,


oh malvado traidor: que en tu deshonra,


he de llevar de ti veraces nuevas.»


«Vete repuso y di lo que te plazca,

pero no calles, si de aquí salieras,


de quien tuvo la lengua tan ligera.


Él llora aquí el dinero del francés:


“Yo vi podrás decir- a aquel de Duera,


donde frescos están los pecadores.”


Si fuera preguntado “¿y esos otros?”,


tienes al lado a aquel de Beccaría,


del cual segó Florencia la garganta.


Gianni de Soldanier creo que está


allá con Ganelón y Teobaldelo,


que abrió Faenza mientras que dormía.»


Nos habíamos de éstos alejado,


cuando vi a dos helados en un hoyo,


y una cabeza de otra era sombrero;


y como el pan con hambre se devora,


así el de arriba le mordía al otro


donde se juntan nuca con cerebro.


No de otra forma Tideo roía


la sien a Menalipo por despecho,


que aquél el cráneo y las restantes cosas.


«Oh tú, que muestras por tan brutal signo


un odio tal por quien así devoras,


dime el porqué le dije de ese trato,


que si tú con razón te quejas de él,


sabiendo quiénes sois, y su pecado,


aún en el mundo pueda yo vengarte,


si no se seca aquella con la que hablo

Portfolio

       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...