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martes, 29 de septiembre de 2020

Castellano, paraíso, Canto XXII

CANTO XXII


Presa del estupor, hacia mi guía


me volví, como el niño que se acoge


siempre en aquella en que más se confía;


y aquélla, como madre que socorre


rápido al hijo pálido y ansioso


con esa voz que suele confortarlo,


dijo: «¿No sabes que estás en el cielo?


y ¿no sabes que el cielo es todo él santo,


y de buen celo viene lo que hacemos?


Cómo te habría el canto trastornado,


y mi sonrisa, puedes ver ahora,


puesto que tanto el gritar te conmueve;


y si hubieses su ruego comprendido,


en él conocerías la venganza


que podrás ver aún antes de que mueras.


La espada de aquí arriba ni deprisa


ni tarde corta, y sólo lo parece


a quien teme o desea su llegada.


Mas dirígete ahora hacia otro lado;


que verás muchas almas excelentes,


si vuelves la mirada como digo.»


Como ella me indicó, volví los ojos,


y vi cien esferitas, que se hacían


aún más hermosas con sus mutuos rayos.


Yo estaba como aquel que se reprime


la punta del deseo, y no se atreve


a preguntar, porque teme excederse;


y la mayor y la más encendida


de aquellas perlas vino hacia adelante,


para dejar satisfechas mis ganas.


Dentro de ella escuché luego: «Si vieses


la caridad que entre nosotras arde,


lo que piensas habrías expresado.


Mas para que, esperando, no demores


el alto fin, habré de responderte


al pensamiento sólo que así guardas.


El monte en cuya falda está Cassino


estuvo ya en su cima frecuentado


por la gente engañada y mal dispuesta;


y yo soy quien primero llevó arriba


el nombre de quien trajo hasta la tierra


esta verdad que tanto nos ensalza;


y brilló tanta gracia sobre mí,


que retraje a los pueblos circundantes


del culto impío que sedujo al mundo.


Los otros fuegos fueron todos hombres


contemplativos, de ese ardor quemados


del que flores y frutos santos nacen.


Está Macario aquí, y está Romualdo,


y aquí están mis hermanos que en los claustros

detuvieron sus almas sosegadas.


Y yo a él: «El afecto que al hablarme


demuestras y el benévolo semblante


que en todos vuestros fuegos veo y noto,


de igual modo acrecientan mi confianza,


como hace al sol la rosa cuando se abre


tanto como permite su potencia.


Te ruego pues, y tú, padre, concédeme


si merezco gracia semejante,


que pueda ver tu imagen descubierta.»


Y aquél: «Hermano, tu alto deseo


ha de cumplirse allí en la última esfera,


donde se cumplirán todos y el mío.


Allí perfectos, maduros y enteros


son los deseos todos; sólo en ella


cada parte está siempre donde estaba,


pues no tiene lugar, ni tiene polos,


y hasta aquella conduce esta escalera,


por lo cual se te borra de la vista.


Hasta allá arriba contempló el patriarca

Jacob que ella alcanzaba con su extremo,


cuando la vio de ángeles colmada.


Mas, por subirla, nadie aparta ahora


de la tierra los pies, y se ha quedado


mi regla para gasto de papel.


Los muros que eran antes abadías


espeluncas se han hecho, y las cogullas


de mala harina son talegos llenos.


Pero la usura tanto no se alza


contra el placer de Dios, cuanto aquel fruto


que hace tan loco el pecho de los monjes;


que aquello que la Iglesia guarda, todo


es de la gente que por Dios lo pierde;


no de parientes ni otros más indignos.


Es tan blanda la carne en los mortales,


que allá abajo no basta un buen principio


para que den bellotas las encinas.


Sin el oro y la plata empezó Pedro,


y con ayunos yo y con oraciones,


y su orden Francisco humildemente;


y si el principio ves de cada uno,


y miras luego el sitio al que han llegado,


podrás ver que del blanco han hecho negro. 

En verdad el Jordán retrocediendo,


más fue, y el mar huyendo, al Dios mandarlo,


admirable de ver, que aquí el remedio.»


Así me dijo, y luego fue a reunirse

con su grupo, y el grupo se juntó;


después, como un turbión, voló hacia arriba.


Mi dulce dama me impulsó tras ellos


por la escalera sólo con un gesto,


venciendo su virtud a mi natura;


y nunca aquí donde se baja y sube


por medios naturales, hubo un vuelo


tan raudo que a mis alas se igualase.


Así vuelva, lector, a aquel devoto


triunfo por el cual lloro con frecuencia


mis pecados y el pecho me golpeo,


puesto y quitado en tanto tú no habrías

del fuego el dedo, en cuanto vi aquel signo


que al Toro sigue y dentro de él estuve.


Oh gloriosas estrellas, luz preñada


de gran poder, al cual yo reconozco


todo, cual sea, que mi ingenio debo,


nacía y se escondía con vosotras


de la vida mortal el padre, cuando


sentí primero el aire de Toscana;


y luego, al otorgarme la merced


de entrar en la alta esfera en que girais,


vuestra misma region me cupo en suerte.


Con devoción mi alma ahora os suspira,


para adquirir la fuerza suficiente


en este fuerte paso que la espera.


«Ya de la salvación están tan cerca


me dijo Beatriz que deberías


tener los ojos claros y aguzados;


por lo tanto, antes que tú más te enelles,


vuelve hacia abajo, y mira cuántos mundos


debajo de tus pies ya he colocado;


tal que tu corazón, gozoso cuanto


pueda, ante las legiones se presente


que alegres van por el redondo éter.»


Recorrí con la vista aquellas siete


esferas, y este globo vi en tal forma


que su vil apariencia me dio risa;


y por mejor el parecer apruebo


que lo tiene por menos; y el que piensa


en el otro, de cierto es virtuoso.


Vi encendida a la hija de Latona


sin esa sombra que me dio motivo


de que rara o que densa la creyera.


El rostro de tu hijo, Hiperión,


aquí afronté, y vi cómo se mueven,


cerca y en su redor Maya y Dione.


Y se me apareció el templar de Júpiter


entre el padre y el hijo: y vi allí claro


las variaciones que hacen de lugares;


y de todos los siete puede ver

cuán grandes son, y cuánto son veloces,


y la distancia que existe entre ellos.


La era que nos hace tan feroces,


mientras con los Gemelos yo giraba,


vi con sus montes y sus mares; luego


volví mis ojos a los ojos bellos.

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...