martes, 1 de septiembre de 2020

Castellano, purgatorio, canto V

CANTO V


De esa sombra me había separado,


y seguía los pasos de mi guía,


cuando detrás de mí, su dedo alzando,


una gritó: «iMirad, que no iluminan


los rayos a la izquierda del de abajo,


y cual vivo parece comportarse!»


Volví los ojos al oír aquello,


y los vi que miraban asombrados,


sólo a mí, y a la luz que interceptaba.


«¿Tú ánimo por qué se enreda tanto


dijo el maestro que el andar retardas?


¿qué te importa lo que esos cuchichean?


Deja hablar a la gente y ven conmigo:


sé como aquella torre que no tiembla


nunca su cima aunque los vientos soplen;


pues aquel en quien bulle un pensamiento


sobre otro pensamiento, se extravía,


porque el fuego del uno ablanda al otro.»


¿Qué podía decir si no: « Ya voy»?


Díjelo, más cubriéndome el color


que digno de perdón al hombre vuelve.


Mientras tanto a través de la ladera

una gente venía hacia nosotros,


cantando el «Miserere», verso a verso.


Cuando notaron que ocasión no daba


de atravesar los rayos con mi cuerpo,


por un gran «Oh» cambiaron su cantiga;


y dos de ellos, en forma de emisarios,


corrieron hacia mí y me preguntaron:


«Haznos saber de vuestra condición»


Y mi maestro: «Bien podéis marcharos


y a aquellos que os mandaron referirles


que el cuerpo de éste es carne verdadera.


Si al contemplar su sombra se pararon,


como yo creo, baste la respuesta:


hacedle honor, que acaso os aproveche.»


Tan rápidos vapores encendidos


no vi rasgar el cielo en plena noche,


ni las nubes de agosto en el ocaso,


como aquellos a lo alto se volvieron,


y junto a los demás dieron la vuelta,


como un tropel sin freno hacia nosotros.


«Mucha es la gente que a nosotros viene,


y te quieren rogar dijo el poeta :


mas sigue andando, y caminando escucha.»


«Oh alma que caminas con aquellos


miembros con que naciste, a ser dichoso,


se acercaban gritando aquieta el paso.


Mira si a alguno de nosotros viste,

para que de él allí noticias lleves:


¡Ah!, ¿por qué sigues? ¡Ah!, ¿por qué no paras? 


Todos muertos violentamente fuimos,


y hasta el último instante pecadores;


la luz del cielo entonces nos dio juicio


y, arrepentidos, perdonando, fuera


salimos de la vida en paz con Dios,


y el deseo de verle nos aflige.»


Y yo: «Por más que mire vuestros rostros


no os reconozco: mas si deseáis


algo que pueda hacer, buenos espíritus,


decidmelo y lo haré, por esa paz


que, detrás de los pasos de mi guía,


de mundo en mundo buscar se me hace.»


Y uno repuso: «Todos nos fiamos


de tus bondades sin que nos lo jures,


si es que tu voluntad no es impedida.


Por lo que yo que hablé antes que los otros,


te ruego, que si ves esa comarca


que está entre la Romaña y la de Carlos,


que de tus ruegos me hagas cortesía


en Fano, y que por mi bien se suplique,


y las graves ofensas purgar pueda.


Allí nací, mas los profundos huecos


por los que huyó la sangre en que vivía,


en tierras de Antenor me fueron hechos,


donde estar confiaba más seguro:


que lo mandó el de Este, pues me odiaba


más de lo que el derecho lo permite.


Pero si hacia la Mira hubiese huido,


cuando fui sorprendido en Oriaco,


aun estaría donde se respira.


Corrí al pantano, donde cieno y cañas


estorbaron mi paso y me caí;


y vi mi sangre en tierra hacer un lago.»


Luego otro dijo: «¡Ay, así el deseo


se cumpla que te trae a esta montaña,


con piedad bondadosa ayuda al mío!


Yo nací en Montefeltro, soy Bonconte;


Giovanna y los demás no me recuerdan,


y sigo a estos con la frente gacha.»


Y le dije: «¿qué fuerza o qué aventura


de Campaldino te llevó tan lejos


que tu sepulcro nunca se ha encontrado?»


«Oh me repuso , al pie del Casentino


un agua corre que se llama Arquiano,


nace en los Apeninos, sobre el Ermo.


Donde su nombre ya no necesita,


llegué con una herida en la garganta,


huyendo a pie y ensangrentando el llano.


Allí perdí la vista, y mi palabra


terminó con el nombre de María,


y allí al caer mi carne quedó sola.


Te diré la verdad y tú a los vivos:


un ángel me cogió, y el del Infierno

gritaba: «Oh tú, el del Cielo, ¿por qué quieres 


privarme de él, llevándote lo eterno,


porque una lagrimilla me lo quita?


mas yo tendré el gobierno de lo otro.»


«Bien sabes que en el aire se recoge


el húmedo vapor que se hace agua,


en cuanto sube donde encuentra el frío.


Llegó aquel mal querer, que males busca


con su sabiduría, y humo y viento


movió con el poder de que es dotado.


El valle entonces, cuando cayó el día,


se cubrió desde el monte a Protomagno


de niebla; y todo el cielo se nubló,


y el aire denso convirtióse en agua;

cayó la lluvia, y vino a los barrancos

toda la que la tierra no absorbía;


y como se juntara en torrenteras,


tan veloz en el río principal


cayó, que nada pudo retenerla.


Mi cuerpo helado, en donde desemboca


halló al soberbio Arquiano: y éste al Arno


lo arrastró, deshaciendo de mi pecho


la cruz que hiciera del dolor vencido;


me volteó en la orilla y en el fondo,


y me cubrió y ciñó con sus botines.»


«Ay, cuando al mundo regresado hayas,


y descansado de la larga ruta


siguió un tercer espíritu al segundo


recuerdame, soy Pía, me hizo Siena,


Maremma me deshizo: bien lo sabe


aquel que, luego de poner su anillo,


con su gema me había desposado.»

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       Ramón Guimerá Lorente Beceite blog, Beseit Beseit en chapurriau yo parlo lo chapurriau  y lo escric Chapurriau al Wordpress Lo Decame...